domingo, 18 de abril de 2010

Sin tí.


Ahogado en la soledad
de la vida huérfana de mundo,
muda;
alegre a veces, sempiternamente cruel
sin el alivio de tus ojos
pardos; endrinos en mi alma.
Al sonar el día:
despertar insultante en un habitáculo,
hastiado de sueños sin compañía:
rumiando el espacio de tu ausencia.
Vagabundo en una mina,
resucito cuando duermo,
iluminándome con la inconsciencia:
con la ignorancia de tu falta.

Tu vida me da la vida. Tu ausencia me da la muerte.

Como Lázaro,
en su truncado descanso:
así vivo la vida,
así, sin tí.

Una sombra de luz

martes, 6 de abril de 2010

Historia sin historias ni fundamento


Sabes lo romo que fui con la historia. Siempre me quedé con las historias, embistiendo con duros paréntesis las fechas y los lugares, para quedarme inmerso, por siempre, en las historias de la historia.

Por ello, cuando estoy contigo, a las puertas del paraíso, no puedo teorizarte, ni sacarte cabos, ni reinventarte, ni destruirte, ni evolucionarte, ni siquiera involucionarte. Cuando estoy contigo sólo puedo estar contigo de la única manera que sé hacerlo: cogiendo de la mano mi pasado mientras te contemplo con este corazón de niño embalsamado en incienso y caramelo de pirulí.

Así, cuando estoy contigo, sigo siendo el lazarillo que soltaba la mano de su padre para correr en busca de los primeros colores del Domingo de Ramos y volver entre el calor del asma con un “ya vienen” en los labios, sigo sin ponerle nombre a las calles mientras te observo con estos ojos de adulto mojados en lágrimas que no dejan aflorar aquellos de niño que se quedaron anclados en el fondo del abismo de mi corazón; sigo siendo el adolescente que recibía al Viernes caminando hacia Santa María con el único abrigo que da la piel, el agitado esperar en un parque, ahora en los bares, mientras te escondías entre muros y cancelas a los que no tenía acceso, aquel que subía a los tejados de la infancia para atisbarte entre un tupido bosque de árboles humanizados.

Cuando estoy contigo no podré nunca teorizarte, buscarle los tres pies al gato sabiendo que no tiene ninguno. Que a tu vera podría remontarme al tiempo y hablar de las innumerables trabas que algunas cofradías tuvieron para llevarse a cabo, y del libertinaje al que se rinde culto actualmente, en algunas ocasiones y según con quien o con quienes; podría hablar de la lupa con la que antes se miraba y que parece haberse partido en mil añicos, y antes de comprar una nueva es preferible vendarse los ojos y pedir limosna a las puertas del cielo.

Cuando estoy contigo me da miedo hablar de evolución, porque ha sido tanta la que has sufrido en tan poco tiempo que estos pies de barro que te han forjado vayan a quebrar y echen por tierra toda la grandeza que sostienen. Podría hablar de las cuadrillas de costaleros, de esas que están afianzadas como las de la Virgen de Gracia y Nuestro Señor en Su Sentencia, viendo en tanta estabilidad un zozobrar invisible que amenaza con el naufragio cuando los años cumplan su función y “los viejos” se marchen para siempre y “los nuevos” no comprendan que el costal es otra forma de orar, y que orar es otra forma de divertirse. Podría hablar de cuadrillas de costaleros no tan afianzadas pero es tanto el miedo que impera en las afianzadas que es mucho más sensato callar y seguir mirándote a los ojos.

Cuando estoy contigo no puedo teorizar sobre la esencia que se esconde en tus abriles; no puedo calcular nuevos horarios, nuevos recorridos que sólo tienen como fundamento el enmascarar fotografías más pulcras y admirables, encuentros sacados de la manga que poco o nada aportan a tu ya inmarcesible belleza o ponerse al servicio de la vaguedad, la pachorra o comodidad de un cofrade que pierde los pocos valores que aún pueden perdurar en su conciencia. Mangoneando de esta forma esa historia tan lineal y tan eterna de tu vida con historietas de viñeta que ojalá y el tiempo las guarde en los anaqueles del mayor olvido.

No puedo sacarte cabos y andar buscando imperfecciones en la grandeza de tus días. No podré hablar de los hombres que te exaltan, te pregonan, o te exhortan pues baladí nunca fue describir lo excelso. No podré hablar de lo poco que te da aquellos a los que tanto aportas, pues políticos y gobernantes no tienen escaño ni nombre en este pleno anual; y además porque no hay Sudarios que resistan el peso de tanta tinta derramada despotricando a Clementes y sus socavones.

No podré involucionarte pues de ello ya se ha encargado la barbarie consentida de Santa María.

Es verdad, qué de bueno podré sacar de todas estas cosas que no te digo. Un amigo me lo dijo en fechas de carnaval, y llevaba toda la razón: “De qué manera se puede escribir en el Sudario después de todo lo que ya se ha dicho”. Solamente de esta. Hablando contigo y contándote las cosas que sigo siendo desde que te conocí, de lo que soy por ti, añadiendo retazos que al fin y al cabo, y con la madurez de los años, van quedándose apartadas del escalafón de mis prioridades.

Porque, querida, querido lector, al final somos lo que somos: un niño con cara de adulto que sigue tachando los días del calendario que llevan hasta el Domingo de Ramos; y ya se sabe que los niños nunca llevan la razón pero siempre dicen la verdad.

Qué más da todo lo dicho y todo lo demás.

Feliz Semana Santa.


(Publicado en El Sudario 2010)