
Alguien
nos alojará a todos dentro de un libro. Con el adjetivo de vencedores, también
con el epíteto de vencidos, todos seremos protagonistas, algún día, del negro
manantial que regará las páginas de alguna novela. En ella se contarán los días
aciagos de esta pandemia, sin sesgarlos bajo el yugo de ideales partidistas. Se
describirán las causas reales, las cifras reales, las luchas reales. Se
narrarán historias ocurridas en hogares que se convirtieron en auténticas
trincheras de una guerra. Volverán los muertos a resurgir, con nombres y
apellidos, con un pasado vivido y un futuro truncado; hombres y mujeres a los
que se les ha velado el rostro, surgirán desde la eternidad a través de la
pluma de algún escritor, y de su funeral podremos aprender, como lo hicimos de
otras épocas funestas, de los errores y los aciertos cometidos en el campo de
batalla. Saldrá a relucir la verdad, o por lo menos nos acercaremos más a ella
de lo que lo hicimos en la realidad, porque en las páginas de un libro es donde
se tambalean los dogmas y las pseudo-verdades, donde surge la conciencia
individual y se respetan las singularidades inmersas en la colectividad, porque
en un libro se reflexiona, se construye el yo y se afianza el todo. Tendremos
la inmensa suerte de abrir sus páginas y disfrutar de su lectura sentados al
sol, entre los juegos de niños en un parque, o en la soledad inmensa de la
naturaleza. Alguien nos alojará a todos dentro de un libro. En nuestra mano
está encender la hoguera donde tantas y tantas páginas ardieron en la historia
entre las llamas del fanatismo. Feliz día del libro, amigos.
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