sábado, 14 de marzo de 2009

Querida sombra


Con este refulgente universo, donde toman forma mis triviales palabras, vuelvo a ti, mi sombra, para que me ilumines de nuevo en esta oscuridad del mundo de la que me silencio en estas noches, cuando la oscuridad se hace menos dolorosa al armarse de la tranquilidad que le presta la luna.

No hallé descanso desde aquel día en el que firmamos con un hasta luego nuestra despedida. No espero tu perdón, pues no lo merezco, por amorrar mis palabras en aquel 22 de Febrero, cuando ni siquiera un verso te vine a entregar por nuestro aniversario; pero andaba pagando, con mi poesía, las noches de lujuria y despojo en el burdel del carnaval, entregando esta semilla, que con tanto amor y delicadeza comparto contigo, a esa furcia famélica que ignora la virtud que ha dado nobleza a las putas: la generosidad. Y, aunque sabes que volveré bajo sus faldas para desenmascarar a esa panda de chulos que la envilecen con su profesionalidad, me entrego a ti de nuevo pues tú me das licencia para sentirme entendido por mi estima, y la mitad de mi alma puedo entregarla sin miedo a malentendidos. Conmigo estuvo Vandelvira; se fue a erigir el caliente infierno.

He vuelto a alzar el vuelo para volver a caer una y mil veces en la fresca hierba que nace al amparo de tu fuego, remontando con mis alas la distancia que me separa de tu luz, igual que esas palomillas de las que te hablé una noche, esquivando los malos aires de la modorra y el abatimiento en las que el alma a veces se pierde; y, en el camino amanecido de esta noche, he vuelto a respirar la esencia de aquella a la que despedimos un día, Lebonah; me ha perfumado desde las encrucijadas que se han abierto a mi paso y me ha susurrado algunos romances con los que rondaré tu balcón en estas próximas noches de nuestra historia: lindas leyendas que encenderán el celaje de tu alcoba. Y a una cruz me agarraré para limpiar las lágrimas de tu rostro y aliviar las heridas de tu corazón, pues no hay lunas más proclives para ello que las vecinas al primer plenilunio de primavera, y no hay prosa en mis dedos más generosa con mi alma que esta de la cuaresma donde la historia, la belleza y nuestras pasiones se funden en un alarde de magnanimidad.
Abre las cálidas sábanas de tu cama, mi sombra, y déjame amarte, como el mejor de los galanes, con mis mentiras: pasión, furia, ira, fuego, piedad, miedos; solo sé que estas son las únicas verdades mías pues, como dijo el sabio, no sé hasta qué punto las verdades de los demás son mentiras suyas. Te daré calor en estas noches en las que mi cama no cobija los sueños de los tres, y ando de parranda jugando con la tinta entre tus sábanas, mi sombra. En las demás me encontraré soñando junto a ella y Gabriel o Daniela, ralentizando el tiempo que me separa de estos encuentros contigo en los que con un refulgente universo voy inventando estrellas que te den luz, mi sombra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Medina, este pequeño me ha hecho reflexionar y puedo decir que me alegra enormemente que estés de nuevo de lleno entre nosotros, con los de la otra orilla... Cuando las personas que se aprecian se alejan se las hecha mucho de menos y esto provoca, ya lo sabes, algunos desconciertos, sobre todo cuando se las necesita. Me alegro que de nuevo nos acerques tu sensible prosa, me alegro que ahora nos veamos más a menudo y me alegro que seamos amigos, aunque en alguna ocasión no lo pareciere. En mi favor escrimiré un manido, pero certero refrán: "Quién mucho te quiere te hará sufrir".

Un abrazo.

Blas Molina Reyes