martes, 29 de abril de 2014

Prólogo Gracia Nuestra 2014


Acerca lo que estás leyendo a tus sentidos. Puedes oler el aroma a calor de impresora, a papel manchado de cultura, al mundo asomado a la blancura de unas páginas inertes y sin vida; es así lo tangible, el signo maleable: capaz de transportarnos al camino de las esencias vitales que aderezan nuestra vil y simple existencia. Coge el papel, acaricia las yemas de tus dedos con el brillo inmaculado de su superficie; cierra los ojos e intuye cada carácter estampado sobre la lisa cama donde la cultura suele arrellanarse; acércate este libreto a la oreja y siente el silencio de cada vocablo contenido, de cada pensamiento vedado al bandolerismo del aire. Es así, acerca lo que estás leyendo a tus sentidos, cofrade, y siente el trabajo que este simple folleto posee entre sus páginas. En los tiempos que corren, los que nos ha tocado vivir, sería mucho más sencillo, e incluso ventajoso, dejar el papel para otros menesteres, y publicar lo que tienes entre las manos de forma telemática o virtual. Hoy en día es difícil ser ajeno a las redes sociales, y la cofradía cuenta con un blog virtual sistemáticamente actualizado, que llega en tiempo y forma a picar la portezuela de nuestros muros. Hoy en día sería mucho más rentable, para la Cofradía, que el árbol no se cortara, que la madera no se serrara, que el serrín no se transportara ni se tratara para colorearlo con el blanco inmaculado, ni ese blanco se manchara con esto que estás leyendo; pero todo tiene su sentido, y el hombre necesita a veces de estos desordenes para seguir dando significación a sus ilusiones, su trabajo y su día a día.

Este papel es necesario, como lo es el día a día de hermandad. ¿Dónde te has quedado tú? ¿Eres de los que prefieren el desnaturalizado calor de la pantalla de un PC, una Tablet o un Smartphone para saber de su Hermandad; de esos que se han quedado en el claustro de Santa María tras la lluvia del pasado Lunes Santo; no has franqueado la puerta y te has llevado a tu casa todo un manantial de silencios, soledades y recuerdos, de apatías sin consuelo, con los que rellenas todos y cada uno de los días que separan un lunes de otro lunes, un sueño de otro sueño? ¿Sigues viviendo esta Hermandad en la distancia, en tu triste sofá frente al televisor, viendo una y otra vez la salida de la Virgen de Gracia por la puerta de la Adoración? Si eres de estos, quizá no le des la real importancia de lo que tienes entre las manos; que veas un gasto y un trabajo innecesario todo lo que sigue a esta página; que te cueste pasar de una cara a otra sin un clic “ratoniano” o sin dejar impresas, sobre una pantalla, tus huellas dactilares. Pero esto es necesario, este papel es necesario. Porque necesario es salir del claustro de Santa María tras la lluvia, o tras el cansancio de un día sin lluvia; es necesario crear un Martes Santo en la Cofradía de la Virgen de Gracia, es necesario seguir el ritmo de las cantinelas que se han cantado a lo largo de todos nuestros años de existencia, y de seguir creando ritmos que hagan de nuestro baile algo original a los ojos del espectador. Es necesaria esta revista, como necesarios los trabajos semanales, la feria, las cruces de mayo, los niños jugando, los niños aprendiendo, los niños sonriendo; los niños cofrades. Es necesaria esta revista, su trabajo, su confección y su lectura; con ella sale a relucir una vida interna plena y viva, bajo el manto y la mirada de la Llena de Gracia. Es necesario oler el incienso cada mañana, cada tarde, cada noche; encender la cera cada día para que el cirio tenga tal cazoleta que ni el ábrego ni el solano puedan apagar las luminarias del Lunes Santo; es necesario tener preparado el costal sobre la cama, no guardarlo en el cajón de los “trescientossesentaycincodías”, por si es necesario hacer una chicotá entre amigos y pasearnos entre los callejones y las esquinas de la amistad verdadera y el amor cofrade; es necesario soplar los instrumentos minuto a minuto, no vaya a ser que nos sean ajenos en la Noche Estrellada.

Esta revista es necesaria, como así lo son todos los que la hacen posible. La humilde pluma del hermano que escribe, es necesaria; los pasos dados para conseguir financiación, son necesarios; el maltrato ocular al que es sometido nuestro querido editor, es necesario; tú, querido lector, querido cofrade, eres necesario: el más necesario de todos. No hay silencio si no es oído, así como no hay palabra si no es leída, ni comprendida. Y esta revista es tu Cofradía. No hay cofradía sin el que la hace, tú; sin el que necesita hacerse en ella, tú: tú, cofrade. Lee con mimo los requiebros y lamentos de estas palabras y las venideras; pasa cada página como si fuera la última, mira cada anuncio, son necesarios, son otro tipo de cofrades pero importantes en este proyecto; y cuando cierres el boletín piensa que ya hay personas trabajando en la confección de otro ejemplar, el del año próximo, que llegará de nuevo a tus manos; como cada Lunes Santo llega a tu vida, porque es quiero divino y quiero humano. ¿Te vas a quedar esperando o vas a decidir escribir? El Lunes Santo llega, pero es necesario escribirlo y aderezarlo con lindas rimas y trabajados textos.


Esta revista es necesaria y todos los que la hacen posible. Esta cofradía es necesaria y todos los que la hacen posible. No te quedes con las ganas de escribir; por activa y por pasiva sabes que las puertas de tu Hermandad están abiertas y que tú, sí tú, eres el más necesario de todos.

(Prólogo revista cofrade Gracia Nuestra, año 2014)

martes, 22 de abril de 2014

Cacotopía


Un limpio e inmaculado cielo azul sobre el que se dibujaban los lamentos blancos del Viernes Santo fueron la puerta de entrada de estas palabras con pasado al rincón denostado y necesario de esta revista; El Sudario. Corría el año 2003, o eso me dice la memoria, cuando con una Utopía me postré a la vera de los “revolucionarios” de la Semana Santa. Gente joven, con dudas, con ilusiones, con proyectos, con sueños; que al límite de la Cuaresma alzaban la voz en una publicación novedosa que, por aquel tiempo, se erigía en la voz de los sin voz, en púlpito para chacales. Una Semana Santa, la de 2003, tan distinta a la que hoy está por visitarnos; una Semana Santa tan igual con la que volvemos a tomar el té. Salva, desde aquella primera lectura, y tras llegar a conocerme, se empeñó en apellidarme, y aún lo sigue haciendo, utópico. Utópico tú que, en tu locura, sigues con tu cuento en este mundo tan sesudo y filósofo.

Todo ha cambiado. Hoy las letras surgen de Úbeda, las de antaño lo hicieron de Granada; hoy se va haciendo invierno en mi cabeza, ayer solo había calor dentro de ella. Toda ha cambiado. Los de ayer pedían paso a gritos, y los de hoy son la imagen visible en el seno de todas y cada una de nuestras cofradías. Todo ha cambiado. Los de ayer gritaban y se servían de estas páginas para clamar sus reivindicaciones, y hoy se guardan las vocales en los bolsillos por miedo a salpicarse, por no manchar una medalla sobre la corbata, o no manchar la corbata con la medalla. Toda ha cambiado o, al menos, eso pensamos de los acontecimientos que suelen sucederse a lo largo de los años; y tras quince años, lógico que todo haya cambiado.

¿Pero qué es todo? Todo es lo mismo de siempre, y nada es todo lo que ha cambiado. Ni la Sentencia ha sucumbido y sigue haciendo estación de penitencia portando a su Cristo paciente sobre la cerviz de sus costaleros. Solo la inercia del tiempo y sus modas han maquillado la cara de nuestra Semana Santa en su anual paseo por las calles de Úbeda. Eso, o los aciagos años en los que la lluvia ha estado visitándonos con el primer plenilunio primaveral, en los que la larga y tensa espera ha propiciado que las cabezas pensantes de nuestras cofradías hayan rumiado mil y cien ideas con las que sorprender año tras año. Costaleros, Lágrimas, Prendimiento, portadores, Penas, Jesús a hombros, portadores, descendimiento, itinerario largo, itinerario corto, A, B, acólitos, trompetillas, costal, faja, estación de penitencia, tradicionalistas, revolución; términos todos que han cobrado sentido en los últimos quince años, que han sembrado de nuevos frutos el vergel generoso de nuestros días grandes.  Benditos frutos, benditos cambios si todos han surgido del consenso, la ardua reflexión, el Amor y la Fe. En mi Utopía hablaba de estas cosas: del necesario cambio si las voluntades lo piden, si el Amor lo pide, si la Fe lo requiere; no se le podía negar el alimento al pueblo si este germina con el sudor de su frente y la devoción por la oración. Si mil personas quieren portar a Jesús, quién tiene más poder que ellos para negar el milagro. Pero la duda me asalta, pero quede solo como una duda: ¿dónde están las mil personas que han exhortado el cambio? ¿La utopía se cumple por el poder de muchos o por el sueño de unos pocos? Y si es la última opción, ¿el sueño tiene dueño o si se torna en pesadilla será propiedad de aquellos mil locos anónimos? Pero quede solo como una duda, pero quede solo.

Pero todo sigue siendo lo mismo. La General. En aquella lejana Utopía borraba como un párvulo eso que algunos denominan el orgullo de Úbeda y, por ende, de los ubetenses. Me inventé una Semana Santa de procesiones tan largas como sus cofrades quisieran, con itinerarios escondidos en cada una de las fantasías de sus cofrades, de extraños encuentros entre cofradías, de días largos de incienso y de esperas sin tiempo ni lugar; una Semana Santa que no necesitaba de nuestro orgullo, de la mágica noche del Viernes Santo. Me equivoqué, o mejor dicho, acerté plenamente en el título del artículo. Seguimos a vueltas con nuestra General, porque esta tiene y debe de mantenerse por y para la gloria de los ubetenses que la quieren: esos núcleos reducidos de cofrades que ganan su vida perdiendo el tiempo en torno a sus cofradías. Abogué por una Semana Santa que sus cofrades fabricaran; cosa igual que lo que sucede en la realidad. En Utopía no había General porque los cofrades no necesitaban de esta; en la realidad aún pervive la General porque la gran minoría de estos necesitan aplacar sus nostalgias con los últimos vestigios de romanticismo semanasantero, o porque no les queda otra opción que agarrarse a los machos y participar en el orgullo de Úbeda mediante su junta directiva y algunos pocos colaboradores. Vivimos tiempos en los que tiene igual o mayor poder, dentro de las hermandades, un costal o una “trompetilla” que un nombramiento por parte del Obispado y un bastón de mando; ignoro si para mal o para bien; y en este tema de la General, estos nuevos dirigentes han cogido voz y voto. Voz y voto como cofrades que son, como esos todos cofrades con voz y voto que no deben enmudecer cuando, desde fuera del seno de las cofradías, se quiere instaurar una carrera oficial enmascarando otros fines bajo el manto de la Caridad.

Pero no cambia el todo y la base de cualquier utopía. Las utopías no surgen de la nada, sino que en su nacimiento se nutren de acontecimientos tangibles que son la realidad que se desea relevar. Y en Utopía, de forma latente, aún seguían repicando los campanarios al paso de Jesús; se abrían las mismas puertas que llevan haciéndolo más tiempo que el que pueda relatar. Utopía no habría podido ser sin el silencio del amanecer del Viernes Santo, más allá de que el fondo sonoro sea un silencio retenido o un racheo destemplado; no sería sin la densa neblina en la que se mezclan el negro y el cardenal del desconsuelo; no se sustentaría sin la búsqueda del primer penitente en la tarde del domingo, o sin el revuelo contenido a punto de explotar allá donde la ciudad se hace más pequeña. No cambia el todo y la base. No cambia Jesús y su Santa Madre, no cambian nuestros recuerdos de la infancia, ni nuestros recuerdos más noveles. No cambia el sentido último de nuestra Semana Santa, aún a sabiendas de que el cambio la ha transformado con nuevos sonidos, visibles e invisibles.

Para bien o para mal somos lo que queremos, y en la primera persona del plural estamos todos: tú y yo, él, vosotros y ellos; todos somos nosotros a pesar de que las partes difieran en sus preferencias. Esta es la Semana Santa que hemos elegido; para algunos una verdadera utopía, para otros un sueño hecho realidad. El tiempo nos dará o nos quitará la razón. A nosotros nos queda disfrutar de ella, luchar por ella y conformar esta cacotopía uniforme en la que podemos seguir soñando con nuestras múltiples utopías.


Ya se encarga Él de poner orden en todo. ¿No?

(Artículo publicado en la revista cofrade El Sudario, del año 2014)

lunes, 21 de abril de 2014

Racheos


Vine al mundo con un costal bajo el brazo, y tuve la osadía de estrenarlo cuando aún el acné se esforzaba por despedirse de la tez de mi rostro. Un costal bajo el brazo, un amor inmenso a mi semana santa, y una juventud llena de fuerza descontrolada me llevaron a encandilarme sin remedio, en otros lares, de cristos mecidos sobre los hombros de sus hombres, de señoras bajo un palio aterciopelado y bamboleante. Y tuve la desfachatez, en algún foro de los de antaño, de describir las maravillas que una virgen paseando por campanas y valorar a la baja la bella estampa de nuestro nazareno, de nuestros morados, de nuestro amanecer recortando la figura del Salvador. Y tuve la desfachatez de ser joven y equivocarme, y ahora hablarte, sin pasión, de un racheo.

Cuando uno es joven suele darle importancia a cosas sin importancia, superfluas, que enmascaran a los ojos del mundo lo verdaderamente esencial de la vida. Yo me enamoré de un racheo, y le di tal importancia que nunca me puse a pensar realmente en qué consistía ese racheo, y cuáles eran sus bases y sus fundamentos. Me quedaba noches y noches en vela, en un largo pasillo de mi piso estudiantil de Granada, dando paseos y paseos frente a un espejo, mientras las “trompetillas” se sucedían para configurar alguna que otra marcha sevillana, de esas que quitan el sentido. Una marcha, y otra, para quedarme con este cambio, y este costero, y aquí tres pasos; y ahora con mis años, cuando se descubren las máscaras de la vida y se van desanudando sus gomas, me entra pereza mandar un cambio de paso, en los pasos donde me tienen permitido hablar, porque eso, realmente es lo únicamente superfluo.

Amo mis cofradías, y una de ellas, la de la Sentencia, hace que me una al amanecer morado con una acumulación extra de cansancio que despierta en mis sentidos una capacidad rara de acoger todo lo realmente bello de esa estampa. Y en esa estampa, no hay racheos. Esa estampa está plagada de un silencioso murmullo, roto por unos golpes en la puerta y un miserere eterno; y Jesús no es otro que Él mismo, el de Jacinto Higueras, el llamado de la Aguas, el que anda sin ruidos sobre el mar de almas que han tachado de su calendario otras siete de la mañana; que anda sin ruidos, porque allí solo se escucha como nace un nuevo día: el cantar de los vencejos y la plaza enorme respondiendo a sus cantos, el sueño de los niños sobre los hombros de sus padres y sus madres, los pasos de un hombre descalzo que talla la huella de una historia eterna. Y no hay racheos. Y no se escuchan racheos. Ni siquiera en Montiel se escuchan racheos, en esa calle tan callada y sola de nuestras vidas. Ni siquiera un racheo es el que precede a la saeta rota y orante que clama al cielo, que clama al hombre. No se escuchan racheos mientras el sol llena de ruido las calles con su sol y con su rabia; ni siquiera cuando se esconde y son las nubes las que lloran inundándolo todo. No hay racheos en Jesús, Jesús es una multitud de estampas y rincones, que trasciende a la fina piel de los sentidos: estampas del alma, de nuestro mundo, de nuestros años, de nuestra juventud, de nuestras formas de ver la vida, de nuestros gozos y nuestras sombras: Jesús es anterior al hombre, al ubetense, a Úbeda; y no necesita de racheos: la acalla.


Por eso, qué más da cómo queramos que ande, cómo desande el camino, cómo acompañe nuestras tristezas. Media vida llevo viéndolo pasear sobre ruedas, con una juventud hiriente soñándolo sobre el racheo de sus hombres y mujeres, y ahora me da igual tener que acostumbrarme otra media vida a verlo como lo quise en mi juventud. Y miedos afuera, y dudas sin respuesta; el alma no requiere de soleás, ni requiebros para apaciguarse y serenarse: el alma es un renacimiento eterno, con líneas rectas y ángulos rectos, que marcan el camino hacia la muerte; y la muerte hay que verla de frente, y en ese momento poder mirar hacia atrás y ver todo lo que se ha sido. Qué más nos da un racheo, y qué más dan unas ruedas; si cuando Jesús llena de ruidos el mundo, no debe oírse nada, solo nuestras almas. Y ellas, y nosotros, y el mundo, no entienden de racheos, ni de preguntas, ni de respuestas. 

(Articulo publicado en la revista cofrade Jesús, en su edición del año 2014)

lunes, 14 de abril de 2014

Hoy me llama.

Sobra poesía revenida y mal hilada cuando los niños son la pluma y el papel que mejor puedan componerla. Y hoy los niños se hacen Tu espera; hoy los niños pervierten la calma, abriendo y cerrando la puerta de la estancia donde aún descansa, en el vacío, la túnica azul, la que aún sigue vistiendo la ausencia y el polvo del tiempo.

Sobra poesía revenida y mal cantada si no soy ni el suspiro de un niño, ni recuerdo que he soñado, al levantar de la cama. No hay nada que escribir que tenga rima y tenga alma; eso lo escriben Tus niños, que son los que más te calman.


Hoy me quedo en mi niño. Hoy es Lunes y hoy me llama.


jueves, 10 de abril de 2014

El último en salir

Se hará de noche esta noche. Con un último suspiro me despediré del palo, de la trabajadera, hasta el lunes mayúsculo que año a año me ha ido desgastando el hambre y el alma. Diez años de aprendizaje, de aprendices y maestros, de hacerse valiente perdiendo la cobardía en lunes y viernes sembrados de dudas y respuestas. En tu parihuela me has hecho un verdadero costalero, de esos que te aman más que al racheo y la mecida; me has hecho hermano de mis hermanos, amigo de mis amigos, y enemigo de nadie. A tu parihuela llegué como un mercenario y salgo convertido en una acuarela azul y blanca, pintada sobre el papel de un barrio, de una casa y de una familia. Era de la madrugá y descubrí un lunes festivo, glorioso y eterno; con otra madrugá menos silenciosa, con otra madrugá menos dolida. Fui de tu parihuela, soy de tu parihuela y, por más que la madera no llegue a mis sentidos, seré de tu parihuela, de tu ausencia en los ensayos, del querer llevarte encima.

Aún recuerdo el primer día, y no es porque ahora suene bonito, me trataste con más cariño que a ninguno; y es que a ninguno conocía. Me brindaste un sitio, me diste voz, me diste mando, me diste a tu capataz y a tus contraguías. Así, con esa generosidad desprendida, solo pude solo hacer que solo enamorarme perdidamente de tus cosas, de tu vida, de tu día a día. Día a día que viví, que medio vivo y que seguiré viviendo, porque, de otro modo, quiero seguir gozando de tu compañía. Aún recuerdo el primer día: entraba como costalero; salgo como un alma herida de tanto aguantar el costero, de tanto gritar “más paso, menos mecía”. Pero salgo de tus ensayos, no es el último de nuestros días; nos queda un lunes mayúsculo, nos quedan mil con otras pintas.


Se hará de noche esta noche. De diez años será la definitiva: la más triste, la más callada, la más silenciosa y amarga, la de la despedida. La última espera del Lunes, aún bajo ese manto donde gané tanta vida; de donde siempre intenté ser el último en salir.