Úbeda es Úbeda por su nombre, por
haber servido de escenario para la historia de los pueblos forjados en la
península ibérica, por la roca vertical que sombrea a nuestras calles con sus
campanarios, sus cruces, atlantes y columnas. Úbeda es uno de esos vocablos que
tiene poder en la simple articulación de sus fonemas. Un apellido de lujo, de
familia respetada; Úbeda es la casa señorial donde el snobismo y la vanagloria
se dan cita cada noche para formar parte de un baile, como en las páginas de
Proust o Scott Fitzgerald. En cualquier casa de vecino luce más un premio de
novela histórica si en la placa se ha grabado “Ciudad de Úbeda”; la música
parece más antigua y más clásica si se toca en Úbeda; la sala del teatro Ideal
parece estar siempre a rebosar en la muestra de teatro porque es Úbeda en donde
está enclavado; festivales de fanes de cine fantástico en Úbeda; bandas sonoras
cinematográficas reverberando entre la caliza de los monumentos de Úbeda;
¿sería Úbeda ciudad de Semana Santa si no fuera la Semana Santa en Úbeda? Todo
en Úbeda se magnifica, incluso Sabina es más Joaquín cuando lo imaginamos
viajando hacia Madrid huyendo de Úbeda y cuando, a la vejez viruelas,
regresa a esta ciudad que tanto le
faltaba; incluso Mágina gana en encanto cuando descubrimos que tras la prosa de
Muñoz Molina anduvo escondida Úbeda. Hasta Dios quiso que su Amado, un frailecico atacado por unas calenturillas, viniera a expirar entre
las murallas de esta excelsa ciudad; pero ahí se quedó el fraile, encerrado en
un recóndito convento, al calor de su congregación, olvidando muchas veces que,
además de copatrón ubetense, Juan Yepes Álvarez ha sido elevado a patrón de los
poetas de lengua española y que, siendo la excepción que confirma la regla, San
Juan de la Cruz no ha sido agraciado ni engrandecido por el nombre de Úbeda.
Loable y grandioso el trabajo de los hermanos carmelitas en la elaboración de
la Semana Sanjuanista; pero creo que Úbeda está en la obligación de honrar de
una manera magnánima a su frailecico, a su copatrón, al espejo de los poetas.
¿Un premio internacional de poesía? Oído.
miércoles, 8 de noviembre de 2017
miércoles, 11 de octubre de 2017
Banderas de pegatina
Mi vecino tiene una bandera. Lo
sé porque desde el día 1 de octubre la ha colgado en la balaustrada de su
fachada. Seguramente la compró en algún comercio oriental de esos que campean
por su país para celebrar los éxitos de aquella gloriosa selección de fútbol
que hizo movilizarse a una nación entera al principio de esta década. Ignoro
las nociones de historia que mi vecino posee en su intelecto, ni lo libros que
ocupan las estanterías de su casa, no sé si sabrá quiénes fueron los Reyes
Católicos ni el movimiento de piezas que hubo desde entonces hasta que el
puzzle de lo que hoy conocemos como España se formó. Puede ser que mi vecino,
si le dijeran que España debe conquistar la Europa que fue castellana en el
siglo XVI, se lo creyera de tal manera que no cejara en el intento de colgar
una bandera de igual color en las ventanas de mi hogar. Puede ser que mi vecino
esta mañana se haya dirigido a su trabajo más contento de lo habitual, escuchando
la crónica de la multitudinaria expresión de españolismo que ayer acaeció en la
calles de la ciudad Condal y vuelva a comer a su casa con la certeza de que
España está más unida que nunca y que el intento de independencia del Govern ha
sido un sueño de unos pocos y la pesadilla de muchos. Mi vecino hoy está más
tranquilo porque se ha atacado a TV3, la televisión autonómica catalana; porque
intuye que el gobierno de la nación meterá el hocico en la educación catalana y
que las aguas, casi con total seguridad, volverán a su cauce. Y esta tarde, con
una declaración unilateral de independencia o sin ella, cogerá el libro de
sociales de su hijo y estudiarán juntos a Manuel José García Caparrós y las
manifestaciones de aquel 4 de diciembre de 1977 en Andalucía, su región;
mientras en el televisor sigue la actualidad en la cadena autonómica andaluza. Mi
vecino observará la calle a través de su bandera, orgulloso de ella, ajeno a
todo lo que acontece en los libros de su hijo y en la televisión de su casa. Mi
vecino habrá envejecido cuando su hijo cambie el rojo y el gualda por el verde
y blanco de la bandera que ondea en el libro de sociales en el que estudian
esta tarde. Cuestión de tiempo.
martes, 27 de junio de 2017
En la puerta del verano
Ya ha saltado el
Levante, o el Mistral, o la Tramontana, o el Terral, o el Siroco; vamos, que
hace un aire de mírame y no me toques. A pesar de eso te toca compartir metro y
medio cuadrado de playa con dos o tres sombrillas más. En una de ellas conviven
sorprendentemente tres matrimonios, la abuela y siete inocentes infantes que no
cejan en su empeño de convertir la playa en una pista multideportiva en la que
cualquier deporte practicado viene con su ración de arena de playa lanzada al
viento. Arena que, por muy cerrada que esté la bolsa de las patatas Urbano que
te has llevado del terruño para momentos de morriña lomera, se impregna en las
patatas, en las orejas, en los ojos y en las partes más escondidas que puedan
esconderse. Eso no hace inmutarse a una señora rubia que, dando vueltas como un
cochino segoviano sobre la butaca, ha pasado del color pajizo pascual a rojo
pimiento del piquillo; y ella tan fresca, no como tú que en un descuido te has
quemado el empeine del pie y ya esperas una noche de insomnio entre el calor,
el dolor y los mosquitos; y estos están en la playa, en la montaña o en
cualquier lugar del planeta donde dormite una persona en fechas vacacionales. Y
luego la cerveza. ¿Fresquita? Ni pensarlo, en cuanto el camarero la deja sobre
la mesa y antes de llevártela a la boca, ha perdido el gas, el vaso ha sudado
toda frigoría y eso ya parece el caldo de los caracoles de la tasca que hay
frente a tu casa. Estas y otras historias a lo largo de siete o quince días. Y
habrá gente que lo pase bien, no lo ignoro, entre ellas la señora rubia con
síntomas de sardina en espeto; pero también se está bien en casa, en esa Úbeda
que amanece apostada en la calle Montiel entre el trasiego pausado de los
primeros que vienen a oír misa en el convento de las Carmelitas Descalzas, o
sentada en los bancos de la plaza 1º de mayo mientras la torre de San Pablo
deja los marrones y verdes para señorearse de bronce y oro al abrigo del primer
sol del día; o mi plaza de Los Caídos, la del Ayuntamiento, en la que suelo arrellanarme
las mañanas de los domingos con un libro en las manos, acompañado de los
vencejos y la soledad que la historia me brinda, mientras espero que Santa
María abra sus puertas para la misa de diez. Y las noches mágicas ante el mar
de Mágina, las sesiones de cine en el coso de San Nicasio, con una cerveza
helada en la mano y una berenjena sin aditivos sobre un plato de plástico; el
fresco en las plazas de Carvajal, de Santo Domingo, o en los miradores de San
Lorenzo; o un litro fresquito en la Cava, con sus Palomares y unas pipas de
plantón; y las casa-puerta de las calles abiertas con sus vecinos de siempre en
las tertulias de antes. En Úbeda el verano tampoco es tan colérico, solo hay
que saber encontrarlo.
Tengan buen verano. Me
quedo esperando al señor José Carlos Sanjuan Monforte. Felices vísperas.
martes, 23 de mayo de 2017
La duda cofrade (Prólogo "Gracia Nuestra 2017")
Una duda silente y
lesiva azuza el alma y la posterga a un estado de ansiedad naciente desde la
eterna ignorancia en la pregunta inmensa. Si Dios está en mí, si yo estoy en
Dios, ¿por qué esta duda?, ¿acaso Dios basa su perfección en las infinitas respuestas
que nacen en su existencia? ¿Es la perfección de Dios la responsable de la duda
en la tierra de los hombres?; o por el contrario, si Dios no se aprehende en el
alma universal de la humanidad, ¿puede deberse a su imperfección?
La duda de las cofradías,
desde un cofrade “comprometido” desde que el Dios cofrade llamó a su puerta. Mi
dios, sobre un borriquillo, en la oración, humilde, sentenciado, con su muerte
al hombro y levantando nuestra salvación, crucificado, muerto, sepultado y
resucitado; ese ha sido el dios que me ha enseñado el camino hacia Dios. El
Hijo mostrando al Padre, en una invención humana, imperfecta, mísera: en una
cofradía de Semana Santa. El dios que se hace nómina de hermanos, imperfecto en
su ausencia, en los años que son solo Lunes Santo; contra el dios del trabajo y
el esfuerzo deformado por la recompensa canalla del amor; dios perfecto que me
presenta al prójimo, me acerca sus ideas y perfecciona el paradigma de un Dios
acabado y finito, delimitado por el infinito de las ideas y los amores
mortales.
Dudar, licencia del
hombre. Dudemos de nuestro papel, de la función que las hermandades de Semana
Santa tienen en la sociedad actual, de la necesidad de su existencia en un
mundo de murallas, de torres de vigía y de fachadas blanqueadas. Un mundo donde
la valía personal aumenta conforme crece la mentira, el engaño y la falta de
valores. Es lógico cuestionar nuestros desfiles, la utilidad de evangelizar en
la calle cuando nuestros templos se van quedando más silenciosos y fríos; y las
formas en las que esta evangelización se lleva a cabo, en las que cada vez van
fallando más elementos decorativos añadidos por las modas televisivas de un
canal autonómico. Es necesario dudar: dudar de Dios, de nuestra Iglesia, de
nuestra Hermandad, de nuestra Cofradía, de uno mismo, al fin y al cabo. En la
duda está nuestro crecimiento, el afloramiento de nuevas virtudes horneadas en
la fragua de la reflexión y la oración, pero para dudar, sin lugar a duda, es
necesario conocer. Es ahí donde reside el gran error de esta humanidad, en
dudar sin conocer, sin experimentar, sin escuchar. ¿Cómo dudar de Dios sin
tener experiencia de Él? ¿Cómo dudar de nuestra cofradía si, aun siendo parte
de ella, solo nos permitimos vestir el hábito el Lunes Santo?
A ti, que de nuevo te
acercas a estas páginas, debo alentarte a que dudes. Si amas a tu cofradía,
dúdala; no te quedes preso en ese silencio indolente al que esta sociedad nos
condena. Tu cofradía busca el perfeccionamiento final basado en la imperfección
eterna, por los siglos de los siglos; busca el fallo que puedas solventar, la
caída que puedas evitar, el abrazo que puedas acoger, el cofrade que puedas
aportar y, con él, la duda que nos siga haciendo ver que todo es mejorable y
que todo tendrá un final.
Acércate, hombre,
Acércate, mujer. Tu duda hace que Dios sea, tu Hermandad exista y tú sigas vivo.
lunes, 22 de mayo de 2017
"NO" ha resucitado
Hay una escena en la película “La
historia más grande jamás contada”, en la que uno de los testigos de la
resurrección de Lázaro va desde Betania hasta las faldas de Jerusalén gritando
la buena nueva, la mágica noticia del milagro realizado por el Nazareno. Eran
otros tiempos con otras maneras de propagar las novedades que acontecían en la
sociedad; desafortunadamente, hoy en día, la información vuela de tal manera
que de todo nos enteramos, incluso sin querer hacerlo. Pero hoy es un día para
imaginarnos sin medios de comunicación y ser uno de tantos habitantes que ese
pregonero fue encontrándose en el camino. ¿Cuál sería nuestra respuesta al oír
la noticia de la resurrección de Pedro Sánchez?
Sí, Pedro Sánchez ha resucitado.
Tras dos paros cardiacos y la decisión unánime de su equipo médico de
desconectarlo de la maquinaria que aún le permitía respirar, vuelve a volver,
como cualquier poeta diría. Vuelve porque volver solo es posible hacerlo en
España: en el país de la eterna oportunidad, el país donde triunfa el mediocre.
Una España ejemplar en la que caer y caer y caer eternamente es sinónimo de
fuerza, constancia y valentía; y antónimo de insuficiencia, vulgaridad e
imperfección. Pedro vuelve porque en política ha quedado demostrado que los
resultados electorales no forman parte del baremo de la utilidad (ejemplo local
tenemos en la persona de José Robles que aún sigue al frente de la oposición
tras el varapalo recibido en las últimas elecciones), porque en política solo
vale el engaño, la farsa y la mentira: decir lo que todos quieren oír y
quedarse tan pancho; hacer de un monosílabo la propuesta y el argumento, y ver
a las huestes del odio y el rencor ataviarse con la gola que proteja los nuevos
gritos de guerra.
Pedro ha resucitado con su
“noísmo” por sudario. Cierto es que mi anacrónico anarquismo político debería
privarme de escribir cualquier verso concerniente a la política española, pero hoy
solamente se me aturullan en la mente escenas de cine sacro. Empecé con “La
historia más grande jamás contada”, termino con “La última tentación de
Cristo”, de Martin Scorsese y una escena en la que los zelotes se presentan en
la casa de Lázaro para matarlo y borrar de la faz de la tierra cualquier
milagro de Jesús, el Nazareno. Yo hoy sería ese zelote y le ahorraría al pueblo
de España en creer en milagros políticos.
miércoles, 12 de abril de 2017
Pasito p´atrás
En la suma de pequeñas
variaciones está el cambio. Variaciones que se hacen en la conciencia del
hombre que las sufre y que no son en la potencia del que las impulsa.
Variaciones mínimas, inocuas en un principio y nocivas en la conjunción de
varios elementos. Así se cambia el mundo. ¿Hablar de evolución o de
involución?, ¿de impulsos o reflejos?; hablemos de cambio: el que surge en la
comparación de estados, actividades, imágenes, sonidos; signos mundanos, al
fin, que se repiten sobre el papel de la historia y mudan su apariencia porque
no es una única mano la que escribe y no es un único intelecto el que los lee y
aprehende.
El cambio no es
catastrófico mientras que no magnifique la diferencia surgida entre los dos
estados comparados y, lo más importante, mientras que no sea capaz de hacer
rasgar las vestiduras de los fariseos y saduceos veladores de la ley. El cambio
no es hasta que sea imposible la vuelta al origen.
En la Semana Santa
ubetense, la admisión del cambio es producto de vagos, llorones y derrotistas
que se conforman, puesto que así lo permiten, con aceptar las normas que
permiten las variaciones en las formas; en la Semana Santa ubetense, el cambio
es fruto de la aceptación de unas formas que se reconocen en la normas
impuestas por la regionalización andaluza. Cuando se ha dado la espalda a una
tradición sin fecha que la apellide, cuando el mar de los valores está picado
por los vientos del sur peninsular y el tiempo queda en manos del hombre y sus
miserias; es hora de asumir que se ha sumado muchas más variaciones de las
necesarias y que el cambio es inminente.
¿Hacia qué puerto
empujará esta transformación que hoy vivimos? Lo estamos observando año tras
año. Hemos cambiado demasiados elementos identificativos de nuestra semana
mayor en un periodo de tiempo tan minúsculo, que retrotraer nuestra memoria a
instantes de hace apenas una década, nos resulta una tarea tan ardua como
nostálgica. Variaciones tan significativas como el paso de las ruedas a
costaleros o portadores de muchos de los tronos más emblemáticos de nuestra
castellanizada semana santa están resultando fatales para la identidad
ubetense. ¿Qué se pretende con estas mutaciones? ¿Cuál es el objetivo? Y lo que
es más importante, ¿quién las impulsa?
Si el objetivo es
atraer fieles, queda demostrado el fracaso en la salida, antaño francamente
popular, de Nuestro Padre Jesús Nazareno; donde ahora, con solo algunos minutos
de antelación a su salida, puedes situarte en algún lugar de la plaza Vázquez
de Molina, donde hace diez años era impensable situarse, para ver la salida de
la cofradía, si no era madrugando en exceso y tirando de destreza y fortaleza
física. Si el objetivo es adornar la ciudad, no nos damos cuenta de que, ante
la excesiva duración de las procesiones actuales, nos encontramos con
demasiadas calles vacías en la mayoría de los itinerarios actuales. A qué huele
la calle Juan Pasquau al paso de las Angustias sino a soledad, vacío y
frialdad; o el Real al paso de Caída y Expiración. ¿Encuentra Jesús consuelo
tras su paso por la plaza de Andalucía? ¿Es necesaria esa penitencia?
Ante un futuro que se
promulga agnóstico y ateo, sería conveniente ir expresando la magnanimidad de
nuestras procesiones en una contracción instantánea de nuestras cofradías. Se
deben adensar actos y parafernalias que, ante un excesivo celo por las formas y
por la estética, han devenido en meras representaciones teatrales en las que se
ha descuidado el discurso y la veracidad de la interpretación. Llenar nuestros
templos, llenarnos de Dios y así llenar con Él nuestras calles, callejuelas y
callejones. Se nos olvida pararnos a orar antes de echar a andar, de conocer a
Dios antes de hablar de Él; hemos maniatado a Dios a las cofradías y lo hemos
mutado a la imagen y semejanza de un hombre falto de valores y precavido ante
el compromiso cristiano. Lo siento mucho y me duele demasiado decirlo: el
carácter recaudatorio de nuestras cofradías en los últimos tiempos ha devaluado
la identidad que el pasado nos legó.
Todo cambia, en un
contexto donde la unión y la solidaridad entre hermandades prácticamente ha
desaparecido, las relaciones entre hermandades se limitan a los meros
formalismos y saludas, que acaban en el mismo instante en que la independencia
de la cofradía se nota ofendida por otro ente de su misma ralea. Miserias de
hombres que se han colado en los puestos de decisión de las juntas directivas,
y que han confundido la función de servicio a la que deben entregarse con el
servilismo ciego hacia su persona y porque la voz del futuro le recuerde en sus
canciones.
¿Tanto ha cambiado nuestra
Semana Santa? ¿Tantas variaciones se han sucedido sin darnos cuenta de la
importancia que había en su suma? Supongo que me pasará como a muchos de los
que os habéis atrevido a leerme: me cuesta reconocerme en esta actualidad, no
encuentro al niño que conoció y amó cada instante de cualquier otra semana
santa de cualquier otro pasado, no hallo al cristiano que reverberaba oración,
devoción y compromiso en sus actos. Quizá sea que me he mimetizado con esta
semana santa anodina y mal vestida; de días grises y gélidas noches. Quizá sea
que haya sido también partícipe de este cambio y me haya costado reconocerlo.
Aún hay tiempo para dar
un pasito p´atrás, recuperar la buena prosa en las calles y hacer temblar al
hombre con la poesía de Dios.
(Publicado en la revista "El Sudario" 2017)
(Publicado en la revista "El Sudario" 2017)
jueves, 6 de abril de 2017
Se nos olvida...
Ni entre los rincones
del papel, ni en el blanco virgen de nuestras calles, callejuelas y callejones.
¿Dónde se ha escondido la plácida prosa, la etérea poesía y el teatro sublime?
Otro misterio que nos han alumbrado las últimas décadas de Parasceve, ha sido
la huida hacia la nada de los sentimientos y evocaciones espirituales que,
tiempo atrás, nos labraba en el alma la llegada de la Semana Santa. Úbeda ha
sido incapaz de volver a pintar sobre sus balcones con la acuarela de los
hermanos Vico, en otras tardes de soledad y llanto; se ha tragado la zozobra
que impregnaba el corazón del ubetense en el impasse atemporal que navegaba
entre la cruz de la expiración y los brazos inmensos de una madre; se ha
quedado sin el silencio donde el eco de los versos de Juan de Yepes nos herían
y nos conminaban a cantar nuestras oraciones. Yacemos incautos sobre las aceras
de nuestras calles, ajenos a las volutas barrocas que el humo juega a crear en
el aire, al mimo con el que el turiferario recoge el incienso de la naveta, al
clamar de los vencejos en las plazoletas de espera. No se siente el racheo de
un pie desnudo vestido de promesa y oración, ni el frío, ni el calor, ni el
dolor, ni el amor; ni entregamos el alma a desentrañar la mirada, siempre
perdida, que nos transita mientras observa a través del capuz. No nos sobrecoge
la exaltación aquella de 2008, la de Manolo Madrid, porque ni sabemos que existen
las palabras bellas, ni las palabras amargas; ni las leemos, ni las escribimos,
ni las encargamos. Ya no lloran las “marías”, ni empujan el guión la
penitronchas; y a las flores les arrancamos los pétalos como a un niño se le
quita la infancia. Ya no se hace “semana santa”: en los órganos directivos se
juega a las cofradías, en la radio no se evocan imágenes, en la televisión se
nos escapan olores, y en el papel, en el papel, lo más importante, se nos
olvidó entregarnos, en cuerpo y alma, a la necesaria obligación del cofrade,
que no es otra que la de cantar a su Semana Santa, de pregonarla; en verso, en
prosa, en ritmo, en pausa; llorarla, cantarla y añorarla antes de que se nos
haya escapado. Y pregonarla, pregonarla; per
secula seculorum. Que nos llama la muerte y somos capaces de ahogarnos con
los versos que nos cargan. Que nos llena la vida y guardamos los versos que la
muerte malgasta. Que es muy fácil decir te
quiero, que es muy fácil, mi alma.
A todo esto, felices
vísperas. Pregonera, te alcanza.
martes, 7 de marzo de 2017
Adiós, maestro.
¡Arde, truhan! ¡Arde en el diván donde has decidido tumbarte
a ver la vida morir! Que el Dios que adoras en los Altares te bendiga. Tu Dios
de la trastienda y el escenario muere lentamente, sostenido sobre los pies de
barro que le has forjado en el alfar del olvido.
¡Arde, Miguel Ángel Romero Delgado! ¡Arde, Maikel, cual
pescado de Miércoles de Ceniza! Ya se evaporan nuestras penas en el fuego
indomable de tu arte.
Tanta Paz lleves como vacío dejas. Gracias de parte del
carnaval de Úbeda. Gracias de corazón.
martes, 24 de enero de 2017
Carnavales de cambio
Se cierra un ciclo. Un ciclo
grandioso donde el carnaval ubetense ha sido un referente en la forma de
entender esta fiesta que actualmente tiene la provincia. No hemos exportado un
carnaval con una idiosincrasia diferente al gaditanismo actual, sino que Úbeda
fue pionera en la importación de este tipo de carnaval a la provincia. Más de
veinticinco años hace que empezaron a escucharse sones de pasodobles y cuplés,
que nacieron la comparsa y la chirigota, defenestrando a la murga. Se acaban
esos años donde casi una decena de agrupaciones ubetenses se daban cita sobre
las tablas del teatro Ideal en aquellas noches mágicas de finales
interminables, aforos llenos y ambigú clandestino. Este año, con suerte,
bastarán los dedos de una mano para contarlos. Lo grave viene cuando miro hacia
atrás y en el horizonte no se atisba sombra ninguna. Es curioso que, ahora que
existe una asociación exclusivamente dedicada al cuidado y desarrollo del
carnaval en nuestra ciudad, no se desentierren labores que antaño realizaron,
entre otros, el colegio Sebastián de Córdoba; o que surjan iniciativas desde
las diferentes agrupaciones para llevar el carnaval cantado a los barrios o a
los colegios. Es difícil que surjan conjuntos de niños como aquellos
Huerfanitos que, llevados de la mano de Miguel Ángel Romero, encandiló a la
ciudad hace veinte años y del cual nacieron la casi totalidad de agrupaciones
que han pisado las tablas de nuestro entrañable teatro.
Han cambiado las tornas. Ahora es
la calle la que manda, la que atrae. Estamos de enhorabuena, los carnavaleros,
viendo como el número de personas disfrazadas en la cabalgata y durante la
semana de carnaval aumenta cada año; aunque personalmente me entristece ver que
nadie lo hace con un sentido distinto al del simple divertimento. En cierto
sentido, se ha pisoteado la moralidad de esta fiesta tan revolucionaria con la
inmoralidad endémica de esta sociedad actual. Pocos cogen un lápiz para crear
denuncia, pocos exprimen la mente para mover conciencias. Incluso en Cádiz,
océano donde se refleja casi todo, se ha hecho del pasodoble un modo de canción
anodina e innocua.
En una sociedad tan laxa y falta
de valores quizá lo único que sobre sea el propio carnaval. Espero que nunca
surja la necesidad de volver a rescatarlo.
viernes, 13 de enero de 2017
Séptima vía
sábado, 7 de enero de 2017
Sexta vía
domingo, 1 de enero de 2017
Quinta vía
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