miércoles, 8 de noviembre de 2017

Úbeda y el frailecillo


Úbeda es Úbeda por su nombre, por haber servido de escenario para la historia de los pueblos forjados en la península ibérica, por la roca vertical que sombrea a nuestras calles con sus campanarios, sus cruces, atlantes y columnas. Úbeda es uno de esos vocablos que tiene poder en la simple articulación de sus fonemas. Un apellido de lujo, de familia respetada; Úbeda es la casa señorial donde el snobismo y la vanagloria se dan cita cada noche para formar parte de un baile, como en las páginas de Proust o Scott Fitzgerald. En cualquier casa de vecino luce más un premio de novela histórica si en la placa se ha grabado “Ciudad de Úbeda”; la música parece más antigua y más clásica si se toca en Úbeda; la sala del teatro Ideal parece estar siempre a rebosar en la muestra de teatro porque es Úbeda en donde está enclavado; festivales de fanes de cine fantástico en Úbeda; bandas sonoras cinematográficas reverberando entre la caliza de los monumentos de Úbeda; ¿sería Úbeda ciudad de Semana Santa si no fuera la Semana Santa en Úbeda? Todo en Úbeda se magnifica, incluso Sabina es más Joaquín cuando lo imaginamos viajando hacia Madrid huyendo de Úbeda y cuando, a la vejez viruelas, regresa  a esta ciudad que tanto le faltaba; incluso Mágina gana en encanto cuando descubrimos que tras la prosa de Muñoz Molina anduvo escondida Úbeda. Hasta Dios quiso que su Amado, un frailecico atacado por unas calenturillas, viniera a expirar entre las murallas de esta excelsa ciudad; pero ahí se quedó el fraile, encerrado en un recóndito convento, al calor de su congregación, olvidando muchas veces que, además de copatrón ubetense, Juan Yepes Álvarez ha sido elevado a patrón de los poetas de lengua española y que, siendo la excepción que confirma la regla, San Juan de la Cruz no ha sido agraciado ni engrandecido por el nombre de Úbeda. Loable y grandioso el trabajo de los hermanos carmelitas en la elaboración de la Semana Sanjuanista; pero creo que Úbeda está en la obligación de honrar de una manera magnánima a su frailecico, a su copatrón, al espejo de los poetas. ¿Un premio internacional de poesía? Oído.

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