jueves, 5 de mayo de 2016

Fracasos de Úbeda



La Real Academia de la Lengua Española define el vocablo <fracaso> de los siguientes modos. 
En primer término nos lo describe como “Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio”; definición que, como anillo al dedo, describe todos aquellos grandes proyectos que en Úbeda se han venido novelando desde que tengo uso de razón: fracasos como la dinamización y adecuación de las Eras del Alcázar, germen de las calles que pisamos y las gentes que hoy somos; fracasos como el de Padilla, Pizarro, Sánchez, Robles y, hasta que no se demuestre lo contrario, Olivares, en la modernización del Mercado de Abastos (modernización que, conforme al ritmo seguido, será más una resurrección lazariana o un truco coperfiliano); o el continuo fracaso que supone seguir observando, a pocos metros sobre nuestras cabezas, la telaraña eléctrica que se empeña en no ser soterrada a pesar de todos los pesares sufridos y pagados. 
La RAE, en segundo término, nos dice que fracaso es un “Suceso lastimoso, inopinado y funesto”, tal como la tropelía llevada a cabo en la que fue Cárcel del Partido; o en la Colegiata de Santa María, ahora Basílica Menor; o el segado y despeje de vegetación  de la Plaza Vieja; o la retirada, por motivos maquiavélicos, de las placas que quisieron hacer realidad Mágina en su espejo ubetense; o ese parque malcriado junto a la Avenida Cristóbal Cantero que estuvo tanto tiempo en construcción que hasta las sombras se cansaron de crecer. 
En una tercera enunciación, los académicos, estipulan que fracaso es “Caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento”; y sin estrépito pero con rompimiento aparente se nos cae Santo Domingo, San Pedro y el interior de cada uno de nuestros vetustos templos y edificios; nos engalanan las ruinas del antiguo cuartel de la Guardia Civil, frente a la débil piedra del Convento de Santa Clara; se parte en dos la fachada del Hospital de Santiago por la bella grieta de un laurel sobrevalorado; y nunca sabremos del estrépito de las piedras cayendo al Guadalimar porque nos queda lejos el puente de Vandelvira por el que San Juan de la Cruz se precipitó a morir en estas calles oscuras del alma. Y todo es un fracaso porque aquí somos de esos seres a los que el refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” es deber del vecino y del ajeno. Y ya, los plazos, se van quedando sin prórroga.
Por último, la RAE, inserta una definición propia de la rama de la Medicina, la cual nos argumenta que fracaso es “una disfunción brusca de un órgano”. Ya se sabe que en Medicina todo tiene solución menos la muerte. Esperemos que la disfunción del pueblo ubetense no sea tan brusca que ni una pastilla de amor propio nos dé esperanza para seguir respirando que nos importa Úbeda.