La Real Academia de la Lengua
Española define el vocablo <fracaso>
de los siguientes modos.
En primer término nos lo describe como “Malogro,
resultado adverso de una empresa o negocio”; definición que, como anillo al
dedo, describe todos aquellos grandes proyectos que en Úbeda se han venido
novelando desde que tengo uso de razón: fracasos como la dinamización y
adecuación de las Eras del Alcázar, germen de las calles que pisamos y las
gentes que hoy somos; fracasos como el de Padilla, Pizarro, Sánchez, Robles y,
hasta que no se demuestre lo contrario, Olivares, en la modernización del
Mercado de Abastos (modernización que, conforme al ritmo seguido, será más una
resurrección lazariana o un truco coperfiliano); o el continuo fracaso que
supone seguir observando, a pocos metros sobre nuestras cabezas, la telaraña
eléctrica que se empeña en no ser soterrada a pesar de todos los pesares
sufridos y pagados.
La RAE, en segundo término, nos dice que fracaso es un
“Suceso lastimoso, inopinado y funesto”, tal como la tropelía llevada a cabo en
la que fue Cárcel del Partido; o en la Colegiata de Santa María, ahora Basílica
Menor; o el segado y despeje de vegetación
de la Plaza Vieja; o la retirada, por motivos maquiavélicos, de las
placas que quisieron hacer realidad Mágina en su espejo ubetense; o ese parque
malcriado junto a la Avenida Cristóbal Cantero que estuvo tanto tiempo en
construcción que hasta las sombras se cansaron de crecer.
En una tercera
enunciación, los académicos, estipulan que fracaso es “Caída o ruina de algo
con estrépito y rompimiento”; y sin estrépito pero con rompimiento aparente se
nos cae Santo Domingo, San Pedro y el interior de cada uno de nuestros vetustos
templos y edificios; nos engalanan las ruinas del antiguo cuartel de la Guardia
Civil, frente a la débil piedra del Convento de Santa Clara; se parte en dos la
fachada del Hospital de Santiago por la bella grieta de un laurel
sobrevalorado; y nunca sabremos del estrépito de las piedras cayendo al
Guadalimar porque nos queda lejos el puente de Vandelvira por el que San Juan
de la Cruz se precipitó a morir en estas calles oscuras del alma. Y todo es un
fracaso porque aquí somos de esos seres a los que el refrán “no dejes para
mañana lo que puedas hacer hoy” es deber del vecino y del ajeno. Y ya, los
plazos, se van quedando sin prórroga.
Por último, la RAE, inserta una
definición propia de la rama de la Medicina, la cual nos argumenta que fracaso
es “una disfunción brusca de un órgano”. Ya se sabe que en Medicina todo tiene
solución menos la muerte. Esperemos que la disfunción del pueblo ubetense no
sea tan brusca que ni una pastilla de amor propio nos dé esperanza para seguir
respirando que nos importa Úbeda.