viernes, 24 de junio de 2011

Tinta del recuerdo (Texto presentación final carnaval 2011: Los pilares de la final)


PRIMER PILAR: LA ILUSIÓN

La ilusión en la final, como en otros ámbitos mundanos, va más allá de absurdas distinciones sociales e inservibles ideologías egoístas que el hombre se haya sacado de la manga a lo largo de su historia. Es el motor que impulsa las piernas temblorosas del hombre o la mujer para subir la decena de peldaños que conforman la angosta escalera que, tras este telón, hacen ascender al comparsista, al chirigotero o cuartetero desde el terrenal y largo destierro de fríos locales de ensayo, durante largos y fastidiosos meses de travesía, hasta este bendito cielo de las tablas del teatro Ideal. Es igual que la sienta el joven, el veterano o el viejo y anquilosado componente, sólo es requisito indispensable para llegar hasta aquí, hasta donde están ellos. Pero eso sí, para que la ilusión no desaparezca, y con ella la final, es preceptivo remar hacia la juventud para enseñarles y entregarles esta ilusión que, hasta aquí, los trajo a ellos.

SEGUNDO PILAR: EL TIEMPO

Los minutos, se aguantan, las horas, también, los meses, quizá menos; pero los años… es ardua tarea la que supone soportarlos. Y la final, el concurso o la principio, como ustedes quieran denominarla, ha campeado con ellos llegando a ganar la batalla. Ahora, nuestra final, presume de bandera, por toda la provincia, gritando a los campos de olivares la solemnidad, la grandeza y la fama que el tiempo (esta inexorable máquina del tiempo) le ha dado. Pero quizá ha llegado el tiempo de estar a su lado, quizá ha llegado el tiempo de dar las gracias a las múltiples manos que a lo largo del tiempo han organizado este evento; porque quizá estén cansados, porque quizá no les guste el carnaval tanto como a nosotros; quizá ha llegado el tiempo de que nosotros, los carnavaleros, abanderados por esta asociación que nos representa y que deberíamos representar todos, nos lancemos a los despachos para velar y luchar por un concurso que hace tiempo se estanca, quizá sea tiempo de fabricar semifinales si sabemos que hay materia para hacer funcionar las máquinas. Hay que sentirse orgulloso del pasado, velar por el presente y abrir nuevos caminos para el futuro, sin miedo al tiempo, como lleva haciendo esta comparsa señera, ubetense y con casta estos veinte años de historia de nuestro concurso.

TERCER PILAR: EL COMPROMISO

Para llegar al estado de gracia en el que este concurso se encuentra, además, hace falta tener compromiso. Hay que ser un hombre o una mujer de pelo en pecho (bueno, lo de mujer podríamos cambiarlo), comprometidos con un pasado que demuestra que perseverando y siendo cabezones hemos llegado a dotar de una calidad propia de otras tierras a las músicas y letras que año tras año vamos escuchando entre los muros de este templo. Compromiso para escribir una letra algún año, para hacer aquel quiebro que no salía, para llegar al acorde que aquellas novatas manos no sabían colocar. Este concurso es la envidia de otros aires de nuestra provincia, por el compromiso innato de todos y cada uno de los carnavaleros que se subieron por primera vez a estas tablas y año a año se implicaron con su mejora. Resumiendo, querido público, para deleitarles con la calidad. Como esta bisoña chirigota que hoy se sube por primera vez a las tablas del Ideal con el compromiso innato del buen carnavalero ubetense.

CUARTO PILAR: NUESTRO CAMPO DE JUEGO, EL TEATRO IDEAL

Mayores salones hubiese tenido y esta final, este concurso, no atesoraría la magia que nos embauca a todos cada carnaval. Este teatro es, es, es…. tan nuestro; guarda tantos recuerdos entre sus cuatro paredes: tantas noches de risas, de llantos, de nervios, de emociones, al fin y al cabo. Tan pequeño es nuestro tablero y tan grandiosas batallas y gestas y leyendas se han forjado en él, que sobran comparaciones destinadas a ningún destino. Estas tablas se han convertido en magistrales páginas de sueños, ataviadas de espectaculares atrezzos y forillos que, junto con la calidad de los disfraces y tipos que año a año han desfilado, han servido a las agrupaciones como estrategia para aumentar la excelencia que a ustedes pueda llegarles. Algunos años estuvo el concurso desterrado, porque nuestro teatro adolecía de enfermedades que debían ser tratadas, pero siempre se nos han abierto las puertas del templo. Un espacio que afortunadamente disfrutamos y que proporciona a nuestro concurso de una identidad mágica, reconocida fuera de nuestras fronteras. Como en Linares, donde también se sienten felices de volver a su Cervantes tras la patada en el trasero que les dio el ayuntamiento. Ahora las fichas de ajedrez se mueven al son que marcan las chirigotas.

QUINTO PILAR: EL JURADO

Hay que mojarse: “cada vez que no he ganado el primer premio, todos los años menos uno, el jurado no ha sido imparcial”. Qué tarea tan difícil, y más bregando con las agrupaciones, todas ellas cazapremios, para que nos vamos a engañar; qué tarea tan difícil cuando conoces o sientes predilección o te han visto hablar con alguien de los que cantan aquí y luego se alzan campeones. Es tan difícil estar sentado allá arriba. Pero no se preocupen, señores del jurado, porque en Úbeda, más que ganar, nos gusta perder; si no ya habríamos sustituido el concurso por un festival; y no es así. Qué sería del futuro de este concurso sin la derrota que ustedes regalan: nada, porque no habría motivación y sin motivación no habría magia: la magia de este concurso que hoy acontece. Pero quizá sería beneficioso, o quizá seguiríamos en las mismas, resolver la elección del jurado mediante otros métodos, buscando personas aún más anónimas de las que se eligen, ajenas total y unilateralmente a este mundo tan mal pensado del concurso. No se lo tomen a mal, no es mi intención, pero es la única ocasión que tengo de decir lo que piensa mi sentido común sin que me den otro accesit. Queridos todos, es un pilar básico del concurso y todos querríamos que estuvieran hechos a nuestra imagen y semejanza, y eso, es imposible; y eso, es lo que nos da vida.

SEXTO PILAR: LA PROVINCIA

No debemos cerrar las puertas a esta porción del mundo que ha profesado tal devoción por nuestro concurso. Linares, Huelma, Martos, Bailén, entre otros pueblos hermanos, han regalado sus coplas al pueblo ubetense y con ellas, de vuelta a sus aposentos, han pregonado la magnificencia y calidad de esta final que estamos viviendo. Si las supuestas diferencias de género, gracias a Dios, se han disipado, no podemos poner trabas y cadenas a los que, amando el carnaval y queriendo sentirse por una noche ubetenses, desean pisar estas tablas y regalarnos un trozo de los pueblos hermanos de los que provengan. No podemos trabar sueños mediante desatinadas subidas en el precio de los avales, ni obligar a hacer carnaval de calle ubetense a personas que únicamente quieren ser de esta tierra en noches como esta, y que como carnavaleros se deben a su tierra. Somos, por lo general, una tierra hospitalaria, que atesora grandes dosis de sentido común en sus habitantes y a la que no pertenece ponerle puertas al bosque. No seamos presa del egoísmo pues perderemos todo el tesoro que hemos guardado durante tantos años de concurso.

SÉPTIMO PILAR: LA MÚSICA

Es lícito sentir miedo, es humano tener miedo cuando se va a mostrar por primera vez la música y la conjunción de voces que con tanto mimo y esmero se ha compuesto. Es habitual sentir miedo en estas tablas, miedo a desafinar, a un acorde mal posicionado, a un aumento de voz en un piano, porque el concurso, debido al empaque señorial que se ha forjado, nos requiere cada año mayor esfuerzo, mejorar melodías, mejorar afinamientos, mejorar, mejorar y mejorar. Y aquí está el trabajo y el oficio solitario del compositor, que año tras año pierde su virginidad cuando da a luz un nuevo pasodoble, un nuevo cuplé, y se devana en sus adentros buscando 2 o 3 mil formas de mejorar tal o cual parte, este final, este principio. Qué sería del carnaval y, por reciprocidad, de este concurso sin el arte y la creación propia de un pueblo sabio y culto que a lo largo de los años a dotado a los anaqueles del concurso con cientos de magníficas obras musicales. Esto es carnaval, esto es música y a quien no le guste que no venga.

OCTAVO PILAR: LA LETRA

Si dotamos a las letras con una tregua, si caemos en la banalidad y el conformismo a la hora de escribir, entonces las gargantas no levantarán conciencias. Y qué es el carnaval sin fuego, sin ira, sin ironía. No debemos dotar a la música con simples rimas asonantes o consonantes que se enlazan entre sí para hablar de nada, o para hablar de nosotros mismos, o para llorar por un premio, o para quejarse de esta bendita fiesta que da de beber a nuestras pecadoras almas carnavaleras. La letra debe ser hiriente, debe estremecer al escuchante y debe convertir en escuchante al oyente. La letra debe dibujar sonrisas o risas que despierten las conciencias. La letra no debe estar censurada por el posible veredicto de un jurado, nos echamos piedras sobre nosotros si escribimos pensando en un premio. La letra, la de carnaval, está creada para levantar teatros o por lo menos intentarlo; no puede estar mediatizada por ideas políticas que tarde o temprano irán en contra del sentir de un pueblo. La letra, en carnaval, debe ser más que pura letra: una lanza que estremezca las entrañas de la sociedad, que disuada a esta sociedad vaga y estéril de seguir durmiendo la siesta; y una comedia que haga sonreir a aquel pobre taciturno que sufre los envites de la sociedad. La letra, en el concurso, debe serle fiel a la revolución que siempre trajo consigo el carnaval.

NOVENO PILAR: EL PÚBLICO

Desde que asciende el telón hasta que el popurrit llega a su fin, no hay mejor droga para un carnavalero que el calor de un público receptivo y el éxtasis que puede llegar a su plenitud mediante sus aplausos. El concurso sin público es… como un carnaval sin el cuarteto primero: vacío de contenido. El público es el que manda entre estas cuatro paredes y su veredicto, además de servirse de las expresiones y libertades que les están vedadas a los señores del jurado, es mucho más reconfortante que cualquier sobre cerrado o una mayor diferencia de puntos. Pero el público, para que el concurso llegue a la embriaguez, debe entregarse en todo momento. Abran sus sentidos, háganse receptivos y renuncien a guardar sus aplausos y vítores exclusivamente para tal y cual agrupación. Disfruten de lo que el concurso les ofrece y desistan de marcialidades más propias de otros ejércitos. Aquí, en la fiesta de Don Carnal, impera la ley de la libertad y sería de salvajes no dar rienda suelta a nuestros impulsos.

DECIMO PILAR: EL AMBIGÚ

Sería descabellado dejar en el olvido un pilar básico de nuestro concurso: el ambigú. En él nacieron célebres frases como aquella de “esto se va a caer, esto se va a caer”, por lo que falsa es la historia que enfoca su origen en la famosa caída del muro de Berlín; no, esa frase es muy nuestra. Es un pilar tan básico que, cuando las cosas se hacen con civismo y los guardas de seguridad tienen a bien hacer su trabajo, incluso nos olvidamos de su existencia. Qué sería del concurso sin ese murmullo perenne que se adentra en el teatro: nada. Qué sería del concurso sin ese refugio donde apaciguamos nuestra sed o nos calentamos el hocico. Qué sería del concurso sin ese espacio tan saturado donde se van pegando las primeras “puñalaillas”, donde se van haciendo los primeros pronósticos que, entre otras cosas, suelen coincidir con los vaticinios de foro. Qué hubiera sido de aquellas finales que hoy se recuerdan por las merluzas que ilustres carnavaleros obtuvieron en esas barras-chapa malignas; nada. Por eso el ambigú es un pilar básico, que, precisamente esta noche, echa de menos a Troche y Moche, ilustres y añorados merodeadores de ambigures. Por eso, por lo básico e importante de este “barecillo” de noche, les invito a que deambulen entre sus habitantes y conozcan un submundo necesario del concurso. Hínchense, que la lujuria es dada a aparecer en estados próximos a la ebriedad.

DÉCIMO PRIMER PILAR: LA TIERRA

Qué sería del concurso sin el amor a esta tierra llamada Úbeda; sobre todo para los que nos llamamos ubetenses. Cuando en los prolegómenos del carnaval sonaron gaitas anunciando la posibilidad de la no participación de alguna que otra agrupación en este mágico evento, sinceramente, se me cayó el alma al suelo. Siempre he pensado, y si no es así mal camino hemos cogido, que una agrupación está exclusivamente maquetada para esta noche. Es obvia su participación en el tan requerido carnaval de calle, pero no es obligatorio, o no debería ser de obligado cumplimiento la asistencia a las decenas de actos que durante esta semana se van a suceder; el único requisito exigible para una agrupación de Úbeda es estar en el concurso y no pretendamos pedirle peras al olmo pues a veces las dará aunque no deba estar obligado a dárnoslas. Aquí tenemos que empezar a ser listos para diferenciar de una vez el concurso y el carnaval de calle; no podemos poner requisitos sacados de la manga para volver a recibir lo que es nuestro o para que nos entreguen lo que hemos ganado. El amor a la tierra tiene el mismo valor si se demuestra en un teatro o en la calle. Además, aquí, en Úbeda, se ha demostrado con creces que defendemos con valentía y arrojo lo nuestro, que las agrupaciones siempre han estado en todo y que toda, o gran parte de toda grandeza que este concurso y el carnaval de calle ostenta hoy en día es gracias a las agrupaciones, las que no han necesitado nunca de imposiciones pueriles y amenazas sin sentido para hacer grande esta fiesta, este pueblo, esta tierra, de la que al fin y al cabo son sus guardianes.

DECIMO SEGUNDO PILAR: EL VEREDICTO

El telón se abrirá por última vez y tras la última actuación todo quedará en suspense. Es el momento álgido del concurso, cuando todas las mentes dejan de pensar y se agudizan los sentidos en busca de un indicio que les haga saber que el veredicto se acerca. Las extremidades no obedecerán a razones, se apagarán los últimos cigarros en la calle, se apurarán los últimos tragos y el teatro se hará silencio cuando Manolo Madrid se disponga a abrir su boca. Unos ganarán, otros no ganarán y otros se sentirán perdedores: este destino ya estaba vaticinado. Y la grandeza final de este concurso sólo será plena cuando felicitemos a los ganadores, cuando aceptemos que no podemos gustar de igual manera a un público o a cinco personas, que somos diferentes. En nuestra mano está que aquellos que detestan el concurso por estas sanas rivalidades, vean que estas mágicas noches de concurso merecen la pena, para Úbeda, para los carnavaleros y para el pueblo de Úbeda. Esta es nuestra asignatura pendiente, la que debemos aprobar para licenciar al concurso cum laude, para dotarlo de un futuro más enriquecedor si cabe, para no dejar en paro y en la nada todos y cada uno de los momentos históricos que han acontecido en noches como esta.

jueves, 23 de junio de 2011

Princesas




Se levantó de la cama. La noche anterior se había quedado dormida, rendida, con la luz encendida. Aún no había salido el sol, aún brillaban las estrellas y la luna seguía estando torpe en el juego del escondite: tras la silueta de aquel alto rascacielos recogía sus vestidos.

Esa noche había soñado lo mismo de siempre: una pasarela, un mar de flashes y ella erigida en princesa de la noche.

Se postró, como acostumbraba, ante el espejo y subió a la báscula. Se sintió feliz, al fin había alcanzado el peso esperado: 21 gramos.

Salió al pasillo y antes de cerrar la puerta miró la cama donde descansaba aquella mujer que no llegó nunca a sentirse princesa.

martes, 7 de junio de 2011

Ella traerá el cambio



Si pudiera volver atrás, cuántas cosas repetiría: no me arrepiento de nada.

Atrás, lejano, queda el día de aquel año en el que empujé la puerta de Santa Teresa y me “enamoré” de Él. Atrás quedan los primeros ensayos, los primeros costales, los primeros pasos. Atrás queda ya aquella primera madrugada de Viernes Santo con promesas pronunciadas debajo de su paso, que hablaban de olvidar el costal, y que no llegaron a cumplirse porque la satisfacción posterior a ese divino trabajo aún no la había paladeado. Atrás queda la aciaga madrugada del tercer año de vida: sus lágrimas, su impotencia, sus calles mojadas, su silencio sin nombre en la oscuridad sin calma. Atrás queda ya aquella apuesta de valientes que me llevó a surcar los mares de estos días en el barco amigo de mi Señora de Gracia. Atrás queda la insulsa testarudez en la que desterré mis ganas y mi yo. Y atrás queda ya la vuelta al lugar de donde no debí partir jamás.

Aún recuerdo las dos canciones que me acunaron la noche de Jueves Santo previa a la primera salida. Recuerdo a Camarón, una y otra vez, “tangueando” en el silencio de mi habitación, acompañando mi desvelo y el nervioso silencio que me condenaba a un insomnio nada saludable. Pero estas son cosas que sólo puedo apreciar yo… dejémoslas.

Lo que si es digno de recordar, por aquellas personas que me acompañaron, es el calvario que cuarenta individuos pasaron debajo del paso de Nuestro Señor aquella primera madrugada. Hoy lo pienso, ya fríamente, y sé que no sería, ni seríamos, capaz de volver a hacerlo. Y lo recuerdo, precisamente, para comparar la evolución tan monstruosa que la cuadrilla del Señor ha experimentado en los cuatro años de olvido en los llegué a sumergirme: gran trabajo el realizado, gran esfuerzo el ofrecido, grandes corazones han crecido. Ahora sería imposible dar cinco pasos rozando el suelo con las rodillas, ni que los zancos subieran de vuelta rozando los adoquines. Qué maravilla y qué lejos quedan algunas cosas. Pero, si he de sincerarme, que es el único objetivo de estas palabras, echo mucho de menos algunas cosas.

No es que haya perdido la ilusión ni las ganas de llevar a mi Señor, pero algo extraño y explicable ha transformado mi alma costalera: no se me erizan los vellos con un izquierdo arrollador, ni me enloquece el suave cambio al costero, mucho ha cambiado la música de ahora y no encuentro armonía en sus notas, echo de menos más Laudate Dominum, Maestro de Fé, Esas penas de tu cara, Amistad; se sienten mis pasos extraños cuando sobrepasan cierta longitud, y mis oídos parecen sordos si no encuentro el crepitar de una barra de palio retorciéndose. Sí, es cierto, me he aferrado al palio y María de las Penas me llama para ser sus pies cuando quiera hacerse parte de Úbeda y sus calles.

Pero, como en todo novel proyecto, hay miedos que asoman al balcón de esta nueva esperanza. Miedo al número de almas que en un primer momento querrán formar parte de este ilusionante y anhelado sueño de la Hermandad: la respuesta de un pueblo que aún no ha interiorizado este olvidado colectivo de los costaleros; el excesivo tiempo que María Santísima de las Penas tardará desde Santa Teresa hasta Santa Clara y de Santa Clara a Santa Teresa: las casi seis horas que actualmente usa la hermandad para realizar su recorrido se convertirán posiblemente en siete o quizá más, aumentando las incomodidades propias del nazareno, el cansancio en los niños que aún se empeñen en aguantar. Son miedos que están ahí y que no pueden ser obviados, y aunque la ilusión y el fuego que podemos sentir nos aligeren o nos evadan de pensar en estas cosas, no podemos darles de lado e intentar minimizar los efectos que la salida de María Santísima de las Penas traerá consigo.

Ignoro los cambios que María traerá consigo, ignoro si los traerá, pero si aún no se ha pensado en ello, si no se ha llevado a la mesa, yo, quizá por sentirme ya parte de ella, voy a gritar muy bajito para decir que sería conveniente un cambio de recorrido, o un acortamiento del que actualmente se anda. Bajar hasta Santa Clara desde Santa Teresa, con un palio, se torna en batalla cruenta y ardua, más si tenemos en cuenta la falta de tradición costalera que adolece a la ciudad y la dubitación con la que todo nuevo proyecto nace y se hace en un principio.

2012 será un año distinto, un año soñado por todos, un año de cambios: el año de Ella, de María Santísima de las Penas. Será el año en el que abandonaré los pies de Cristo para aliviar el sufrimiento de su madre hasta que el cuerpo me permita tomar la decisión de retirarme en los pies del Hijo, donde me hice costalero, donde me hice de la Sentencia. 2012 será el año que Ella y todos estábamos esperando cada madrugada. Ahora sólo queda hilar muy fino para que en el 2013 podamos seguir gritando a viva voz aquella frase con la que comenzaban estas palabras: “si pudiera volver atrás, cuántas cosas repetiría: no me arrepiento de nada”.

Ella se lo merece, todos nos lo merecemos. Hagamos más grande nuestra madrugada.