1ª Estación: Jesús es
condenado
V/. Te adoramos Cristo y te
bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Fue tu pueblo, Señor, quien creyó separar el Reino
que Dios les prometió entregarles, del Reino contenido en tu Palabra. Ellos,
quizá cansados de falsos profetas. ¿Y nosotros?
A nosotros no nos cansan los profetas, a cada uno
de nosotros nos embauca el profeta que convive en nuestro Yo. Si hoy te
mostraras como entonces, si pudiéramos meter el dedo en tus yagas, si se
llenara el aire con tu Palabra, si se interpusiera entre la Luz y la tierra la
sombra de una nueva Cruz; hoy, mi Señor, ni siquiera gritaríamos: ¡crucifícale,
crucifícale!, porque daríamos la espalda a la Verdad. La Verdad, entre este
inmenso océano de verdades que es el mundo de nuestros días, es una patera a la
deriva de la que ningún medio ha publicado nada.
Hoy no es Pilatos quien pregunta qué es la Verdad.
Es el mismo Jesús quien se interpone entre su Palabra y la nuestra para
preguntarnos: Quid est Veritas? Y yo solo puedo jugar con los versos de un
poeta sevillano y contestar: ¿Qué es la Verdad? ¿Y Tú me lo preguntas? La
Verdad… eres Tú.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
2ª Estación: Jesús
carga con la Cruz.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
No nos sintamos culpables. Jesús, con su Cruz, nos
legó a todos nosotros un madero inmaterial, un regalo, una gracia, un don que
debemos levantar día a día, como Él hizo por el perdón de nuestros pecados.
Agarrémonos fuerte a nuestra Cruz, es nuestra vida. Tenemos el deber, como
personas, de buscar en ella el continuo diálogo con Dios, una continua
conversación con Él en nuestro interior: reflexionar, buscar, aprehender lo que
Él en todo momento quiere de nosotros; tenemos el deber de clavar nuestra vida
en el mundo, hacernos personas en un ahora con pasado y con futuro; debemos
tener abiertos los brazos para estar en plena Comunión con nuestros semejantes,
con nosotros y con los otros, y así, manteniendo unidas nuestra relación con el
Cielo, con la Tierra y con Nosotros, podamos cargar con esta Cruz que Jesús nos
regaló. Para Él supuso un esfuerzo inhumano cargar con ella, pero con su gesto
permitió que, cargar con nuestra Cruz, sea motivo de gozo: su peso conduce hacia
la Felicidad. ¡Coge tu Cruz y síguele!
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
3ª Estación: Jesús
cae, por primera vez, bajo el peso de la Cruz.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Era una legión de ángeles la que agarrando el patibulum hacía más liviana la carga. El
camino hacia el Gólgota se enmarañaba con calles más estrechas y con pendientes
más abruptas. Algunos judíos se habían retirado a sus casas o al Templo a
sacrificar el cordero pascual, pero una inmensa minoría se apelotonaba en la
calles, insultándole, vociferando desbarros o lanzándole piedras a Él o
colocándolas en su camino. Los ángeles lloraron y en un momento de debilidad
dejaron todo el peso de la Cruz sobre Jesús, cayendo por primera vez bajo su
gravitación.
¿Cuáles son las piedras, los baches y las
estrecheces que nos hacen caer a nosotros en nuestra vida, en nuestra Cruz
particular? No son hechos ajenos a nosotros, no son acciones que Dios, creemos,
ha dejado escritas en su plan salvífico. La falta de templanza, prudencia,
fortaleza y justicia nos hacen caer en la desolación y en el abandono, buscando
en designios divinos la raíz de todos nuestros males. Un cristiano, en
constante evolución destinada al andén de la Libertad, con Fe en Dios y
Esperanza en la Salvación Eterna, debe señorearse vestido de las cuatro
Virtudes Cardinales, convencido reflexivamente de que todos aquellos escollos
del camino son oportunidades únicas para afianzar su relación con Dios. Ante
las adversidades hay que buscar un cayado en la relación con los otros. Pensar
que pronto acabará todo, como Jesús al recoger de nuevo la Cruz, hará que
olvidemos pronto lo que nos aleja de la senda de Dios y corramos pronto a
cortar la maleza que oculta su Camino.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Nunca estuviste lejos, Madre. Simeón lo predijo en
la presentación de Jesús en el Templo: “Una espada te atravesará el alma”.
Pilatos te ha entregado el puñal, su Injusta Condena ha sido la bandeja donde
te lo han ofrecido.
Has besado cada trozo de suelo con su sangre, has
tamizado la tierra que sus suelas han pisado con los dedos de tus manos, con la
prensa de tus puños; y sangre y tierra has mezclado en tus labios, con tus
lágrimas y tu angustia.
Es tu pasión, Madre, vagar con Él en tu corazón.
Así quiero yo seguirle, Madre: llenarme de Él en su ausencia; apoderarme de una
Fe inquebrantable que me permita orar con Él en Getsemaní; para no negarlo
nunca más cuando esta sociedad demande ponerme de su lado, junto a los que más
me necesitan; limpiar su Sagrada Sangre derramada en la columna de nuestros
pecados y nuestra vanidades. Quiero, Madre, reflejarme en ti, seguir tu
ejemplo. Perseverar en la búsqueda de Dios y, aunque en tal empresa deba
enfrentarme al dolor infinito y a la pena más honda, buscar cualquier resquicio
que se nos abra, en este laberinto que vivimos, donde asomarnos al paso amoroso
de la Cruz y tu Hijo.
El dolor iba a ser inmenso. Ver a la sangre de tu
sangre, a la carne de tu carne, casi marchita, casi exangüe, cargando con los
pecados del mundo hacia el monte de la Redención. No cejaste la oportunidad de
volver a verle; volver a mirarle, volver a llorarle, volver a decirle: “Hijo”;
volver a escucharle: “Madre”. Creo en ti, Madre; mi Madre de las Penas. Guíame,
dame tu mano, enséñame a seguir a Jesús, a tu Hijo. Muéstrame todos los
rincones donde encontrarme con Él; dame tu mano, Madre; consolándote me
consuelo.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
5ª Estación: El cirineo
ayuda al Señor a cargar con la Cruz.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Era Simón, el cirineo, uno más de los nuestros.
Absorto en tu procesión hacia el Calvario, asistía ensimismado al espectáculo
de insultos, vejaciones, azotes y desventuras que rodeaba a tu Cruz. Era Simón,
el cirineo, uno más de los nuestros.
¿No somos nosotros cirineos de nuestra actualidad?
Fueron los mismos romanos, los mismos agentes de la barbarie que se estaba
sucediendo en las calles de Jerusalén, aquellos que obligaron a Simón a cargar
con la Cruz que aplastaba la mundanidad de Jesús. Ellos, viendo que el castigo
era tan imponente y que pendía de un hilo que Jesús no muriera en la Cruz y lo
hiciera en alguna de las caídas sobre el empedrado de la ciudad judía,
empujaron al cirineo y le pusieron el madero en las manos. ¿No somos nosotros cirineos
de nuestra actualidad? Nuestra sociedad, hecha y concebida por nuestra
conciencia, enferma y doliente, agresiva y errática, nos exige dejar de ser
meros espectadores de la crueldad y ser protagonistas en el levantamiento y absolución
de los pecados que nos acechan.
Que no me obliguen, Señor; que no me obliguen. Sea
mi conciencia, dignificada por tu Palabra, ente culpable de un proceder
caritativo con los demás; sea mi voluntad, ennoblecida con tu Humildad, sujeto
activo del efluvio de bondades que luchan día a día para vencer el mal. Que no
me obliguen, Señor; que no me obliguen: solo seas Tú mi obligación, tu Palabra
mi Ley, tu Cruz, mi camino.
Que no me obliguen, Señor; que no me obliguen.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
6ª Estación: La
Verónica enjuga el rostro de Jesús.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
La Santa Verónica es el ejemplo de la valentía de
un amor desmedido e insobornable. Ella, aún a riesgo de ser agredida y
rechazada por los romanos y la turba colérica que acompañaba al Nazareno, no
dudó un instante en acercarse al cuerpo maltratado de Jesús y, con el lienzo
que ocultaban sus cabellos, aliviar el desconsuelo que debía asediar a Cristo.
De la misma manera que el rostro de Jesús quedó plasmado
en el paño misericordioso de la mujer, así queda impreso en nuestra alma el día
de nuestro Bautismo. Un rostro que debemos de ir coloreando, perfilando y
restaurarlo cuando, por nuestras debilidades y nuestros pecados, pierda parte
de su identidad.
Quiero derramar Misericordia, Señor; quiero ser
valiente en este mundo de afrentas, injusticias y humillaciones, para mostrar
el Amor que sembraste el día de mi Bautismo. El odio y la indiferencia, Señor;
dame talento y bizarría para salvarlos gritando a los cuatro vientos tu Nombre,
tu Palabra, tu Obra. Quiero salir siempre a tu encuentro, Señor; quiero aliviar
el sufrimiento que padeces en el mundo; quiero ser una Verónica valiente y
misericordiosa. No debo ser de otra manera, dejaste en mi alma la marca del
Amor.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
7ª Estación: Jesús cae
por segunda vez con la Cruz a cuestas.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
La inmensa carga de la Cruz te pudo de nuevo,
Señor. Se acumulaba a sus maderas el peso de la Oración de angustia en el
Huerto de Getsemaní, estaba rociada de los litros de sangre perdidos en la
flagelación en la columna, se hincaban aún los golpes y bofetadas recibidas en
el camino que fue desde tu prendimiento hasta el Templo; las negaciones de
Pedro, la traición de Judas, las burlas de Herodes gravitaban sobre tu espalda.
No pudiste arañar más centímetros al camino hacia el Calvario. Caíste por
segunda vez, era tal el océano de pecados que debías soportar que no pudiste
sino caer.
Sé que nunca dejaré de caer: es tan difícil
conseguir esa Felicidad, Señor. El camino está plagado de trampas, de baches,
de infortunios, en los que transito dubitativo, trémulo, débil. La Felicidad,
con mayúsculas, esa quimera del ser humano de igualar tu Divinidad, Señor, es
una guerra perdida; pero nos dejas todas las batallas en las que intentar
ganar, las que ganamos y las que perdemos; y el camino, está señalado de
momentos dichosos, incluso aquellos en los que caemos por el peso de nuestra
Cruz.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
8ª Estación: Las
mujeres de Jerusalén lloran por Jesús.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Les dijiste que no lloraran por Ti, Señor, que lo
hicieran por ellas, por sus hijos y por la descendencia de sus hijos; por
nosotros. Unas mujeres piadosas no dejaban de plañir el lastimoso estado en el
que cargabas tu Cruz, por la sangre que ibas derramando por el camino, por las
llagas que se abrían en tu cuerpo; y Tú fuiste tan piadoso que las consolaste
con tus palabras. Sabiendo que tu Muerte traería el perdón de los pecados, que
tu Resurrección nos iluminaría allende los mares, por los siglos de los siglos,
te preocupaste por dejar, con tus palabras a esas tristes mujeres, un mensaje
de advertencia para nosotros: “Mira que
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en
su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo
en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono” (Ap.
30, 20-21)
Ábreme lo ojos, Señor. Ponme del lado de los
pobres, los menesterosos, los enfermos, los moribundos; sé que a su lado te
tengo más cerca y podré oír mejor tu llamada. Te abriré mi corazón, para que tu
Misericordia Infinita entre en mi casa y pueda compartir con los demás el Amor
con el que regaste la faz de la Humanidad.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
9ª Estación: Jesús cae
por tercera vez.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Tú eres mi espejo, Señor, ayúdame a levantarme. Tú
caíste por tercera vez, y muchas más veces en el camino hacia el Gólgota. Flaco
de fuerzas, vilipendiado, escupido, golpeado, coronado de espinas, flagelado
hasta la agonía, descalzo, cuasi moribundo; lo difícil hubiera sido no caer,
pero tú llegaste al extremo: besaste una y otra vez la tierra, empujado por el
peso de nuestros pecados, y sin respiro te aferrabas al madero, levantando todo
el peso de los hombres para darle fin en el monte de la Calavera. Era el Amor
quien te empujaba, quien te aliviaba, quien te amparaba.
Vuelvo al Dios a la medida, al Dios de leyes
cómodas. Iluso soy, Señor, si me levanto liviano de cualquier caída, si
disimulo cuando alguien ha sido testigo de mi traspiés y sigo caminando, fuera
de tu senda, como si nada hubiera dañado mi cuerpo. Quiero ser de Ti, mi Jesús,
reflexionar sobre la parte de divinidad que has puesto en mi ser, mi Espíritu, y
ser coherente con la parte de Salvación que me corresponde: pedir perdón ante
las ofensas, acercarme al Sacramento de la Reconciliación, cumplir mi
Penitencia; coger mi Cruz, levantarme y reemprender tu Camino.
Padre Nuestro, Ave María
y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
10ª Estación: Jesús es
despojado de sus vestiduras.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Dejaste a tu Hijo vestido de tu Dignidad. Despojado
de sus vestiduras, exponiendo sus heridas sangrantes a la vista del hombre. Ese
cuerpo desguarnecido cumple la voluntad del Padre; es el Hijo desnudo quien
acata la voluntad impuesta. Sus músculos ateridos, sus pies agotados, su cuello
sin fuerza para mantener firme la cabeza, sus brazos desplomados carentes de
cualquier atisbo de fuerza, y la voluntad del Hijo intacta al rechazar
cualquier tipo de bálsamo que desfigure el dolor y el sufrimiento que están por
llegar.
¿Qué es una Cofradía? ¿Acaso no son sus hermanos el
fundamento principal a cuidar y mostrar? En esta cruzada todos debemos poner de
nuestra parte. Desde el Hermano Mayor, hasta el último hermano de la nómina, a
todos nos toca desvestir nuestro cuerpo y entregarnos con la prenda que Dios
nos ha legado: el Amor. Hagamos un esfuerzo e imaginémonos sin procesión, sin
costaleros, sin banda, sin profusión en los altares de nuestros cultos, sin
eventos que llenen nuestra particular Cuaresma; si nos desvisten de todo esto
que nos rodea, ¿qué nos queda? Nos queda nuestra dignidad como cristianos,
nuestra lealtad con nuestros semejantes, nuestra fortaleza, nuestra Fe en Jesús
Sentenciado y María Santísima de las Penas. Desvistámonos pues, y hagamos de
nuestra vida de hermandad el cuerpo más hermoso con el que evangelizar.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
11ª Estación: Jesús es
clavado en la Cruz.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Exaltada la Cruz, franqueados los mayores dolores
de tu Pasión, descansas en el sufrimiento calmo que te da el lecho del madero.
El Amor, mi Dios, el Amor sobre la Tierra, el Amor bajo el Cielo; Tú,
Encarnado, nos acribillas los corazones con una escena digna de compasión y
quebranto. Pobre de aquel que no te llora, pobres aquellos que juegan al azar
con tus vestiduras, pobres los hombres que siguen sin sentirte Rey.
Es la Ley del Amor, mi Dios. Esa que nos entregaste
diciendo “amaos los unos a los otros como
yo os he amado”, llegando al confín de su significado cuando nos das a tu
Hijo para morir por todos nosotros y el perdón de nuestros pecados. Que sea
esta Ley la que gobierne nuestros actos, la que transfiramos a nuestros hijos,
la que rija nuestras familias, la que esté escrita, por encima de todas las
cosas, en los Estatutos de nuestra Hermandad.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
12ª Estación: Jesús
muere en la Cruz.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Has muerto, Señor; implorando a tu Padre que nos
perdone eternamente, por la ignorancia que reluce en nuestros actos cotidianos;
has muerto, presentando a tu Madre un hijo eterno, procurándonos a nosotros una
Madre Eterna; has muerto, cantando un salmo que parece ser de desolación, en el
que Dios finalmente nos libra de todas las angustias; has muerto, sediento:
gracias, Señor, nunca pasaremos sed; has muerto, dando cumplimiento a lo que
pregonan hoy los Evangelios; has muerto volviendo al Padre, dejando tu Sangre y
tu Carne como alimento para la Vida Eterna.
Una muerte cruenta, feroz, violenta hasta la
extenuación. Igualmente así fue la Pasión que te llevó al Calvario, Señor.
Ellas son un alivio para nuestros días, ellas nos serenan ante cualquier
sufrimiento que podamos padecer, nada es comparable al tuyo; ellas nos espantan
el miedo a la muerte, la tuya nos trajo la Salvación Eterna.
He muerto, Señor; y aún sin morir todavía, sé que
tu Muerte me guió a la Vida.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
13ª Estación: Jesús es
bajado de la Cruz y puesto en los brazos de su Madre.
V/. Te adoramos Cristo y te bendecimos
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
La Cruz ha quedado desnuda. Pilatos ha dado permiso
a José de Arimatea para que bajen el cuerpo del Nazareno y puedan darle
sepultura. A los pies de la stipes
esperaba paciente María, abriendo de nuevo su regazo, ese consuelo universal
que cobijó al Jesús Niño en la cueva de Belén, que lo acunó, que lo ronroneó;
lo recibía esta vez sin vida, exánime, yerto. La angustia inundaba el calvero
del promontorio. Juan, María Magdalena, José y Nicodemo los únicos testigos de
la vuelta de la carne a la Tierra. Cualquier aliento era inútil, el consuelo de
la angustia de la Virgen era una quimera. Jesús, su Hijo, ya no estaba entre
ellos; Jesús, su Hijo, había descendido a los infiernos.
Haz de mí un ser piadoso, Señor. No quiero caminar
por la vida ajeno al sufrimiento de los demás. Cultiva mi corazón y haz que
brote una Caridad sin límites, un Amor sin límites; florece Tú sin límites en
mi conciencia. Nada de lo que tengo me pertenece, Tú lo has puesto en mi
Camino: dime dónde puedo desprenderme de este Amor que no es mío. María
Santísima de las Penas, con tu mirada siempre suplicante al Cielo, intercede
por mí ante el Altísimo; me quedo en la Tierra del lado de los pobres, de los
desamparados, de los que, como tu Hijo, viven su propio infierno. Ayúdame,
Señora, a llorar sobre ellos y ayudarles; esa es una de las premisas que mi
Padre requiere de mí.
Padre Nuestro, Ave
María y Gloria
V/. Jesús, pequé R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén
14ª Estación: Jesús es
sepultado.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.
Todo ha quedado en silencio, Señor. Silencio, tus
palabras; silencio, tus sonrisas; silencio, tus milagros; silencio, tus amigos;
silencio, tus captores; silencio, el Templo viejo; silencio, los gentiles;
silencio, oraciones; silencio, los vítores en tu entrada; silencio, los
insultos en tu salida; silencio, el martillo; silencio, los azotes; silencio,
el cascabeleo de treinta monedas; dinero y traición: silencio; silencio, tus
tres caídas; silencio, tus promesas; Lázaro que es silencio; silencio, la Torre
Antonia; tu Historia, Señor, silencio; silencio guarda Pilatos; silencio el rey
judío; silencio el cruel vinagre; silencio tu Sangre en vino; silencio tu carne
rota; silencio tu Pan de vida; silencio guardan las aves, no cantan los gallos
al alba, no niegan tu amor, silencio; silencio el rosal cortado por una corona
de espinas; silencio guardan los dados que juegan a la fortuna; silencio una
cruz sin Cristo, silencio, sin sol ni Dimas; silencio Calvario yermo; silencio
las tres marías; silencio, Tabor, mi monte; silencio Juan el Bautista; silencio
que apresa a los doce; silencio la noche sin día; silencio, todo sin Ti,
silencio.
La piedra del sepulcro se mueve. El cuerpo envuelto
en el sudario es devorado por las tinieblas. Los últimos en acompañarte parten a
sus refugios. Guardan la tumba para evitar que el robo del cadáver pueda
enmascarar una falsa resurrección.
¿Dónde estás, Jesús? Tu ausencia debilita mi Fe. Me
devora la duda y pierdo la Esperanza. ¿Cómo pueden llegar a vivir en libertad
aquellos que todavía te siguen dejando en la oscuridad de tu sepultura?
Silencio, Señor; silencio.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria
R/. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén