jueves, 24 de abril de 2008

CORRECTO


Vamos a tomarnos ese carajillo de coñac al que me has aficionado, encendámonos el primer cigarrillo y mirémonos a los ojos, señor. Todo correcto.

Hablemos de lo que nos une: Nuestra Señora de Gracia, nuestra madre sentimental; nuestra comparsa, la que empecé a escribir cuando tú dejaste de hacerlo; y sobre todo de la gran amistad que ha surgido al estar trabajando, codo con codo, por estas dos locuras que nos ocupan todos los días del año. Hablemos de ti. De tu tesón y sacrificio, de tus casi diez horas diarias de trabajo en esa oficina que es parte de tu vida y que a todos se nos viene a la mente cuando nos acordamos de ti; hablemos del tono amarillento de tu índice y de tu corazón y vamos a encendernos otro cigarro, digan lo que digan: este es mi blog y aquí se fuma; hablemos de tu filosofía imperturbable, de tu tímido carisma, del equilibrio en las formas: hablemos de tu pachorra, amigo. Dame un Camel, enciéndete tú otro y sigamos hablando de los dos libros que ocupan ahora tu vida, ese que coges en tu habitación y el otro que descansa junto al sofá; hablemos del romance pregonero, del comunismo de la tinta y no me digas más que me cambie de camiseta porque aquí no tengo corbata. Cuéntame las veces que te has enamorado y no me hables de tus amigos, que ya sé que tienes muchos; recítame las joyas de carnaval que han salido de tu escritorio y que nadie, valiente grosería, recuerda ya, recítame aquel popurrit de Costaleros que escribiste en media hora y a ver quién es el valiente, me incluyo, que repite esa heroicidad; porque eres un héroe de esos cómic que no lee nadie, esos en los que el protagonista no cambia de traje, luchando con sus convicciones contra enemigos imaginarios: quien se piense tu enemigo vive en el absurdo. A este cigarro invito yo. Los cafés corren de mi cuenta. Nos vemos luego, pronto, siempre. Ya no cuentes más cosas, qué te busquen puesto que siempre te encontrarán. Correcto.

miércoles, 23 de abril de 2008

LA TRIBU

"Serraura" de la noche con tres vueltas de saeta. Pero la tribu venía ya por esas calles dispuesta a abrir las puertas del día. Moreno el sol tan temprano: en cada rayo tenía un cuarterón de gitano. ¡Te quiero Rorro, te quiero, pero anda un poquito más mi alma!


martes, 22 de abril de 2008

EL ESPÍRITU DE UBEDA: LA PLAZA

Nos hemos quedado en silencio, Myron y yo, acompasando nuestras respiraciones con el tácito tictac que marcan las oscuras manos de ese reloj. Hemos embriagado nuestra consciencia con la historia que ha marcado ese reloj.

Desde aquí se puede respirar la virginidad de sierra Mágina y, si fueran tiempos de leyendas, hubiéramos podido oír los espeluznantes gritos de los juancaballos. Aquí, en el silencio de la noche, hemos cerrado los ojos y hemos bailado al ritmo de la marea del cercano mar de olivos porque, aún siendo el centro del trajín urbano que estresa a esta vieja ciudad, esta plaza sigue siendo el puerto donde Úbeda espera el atardecer que la vista de pueblo y se lleve sus ruidos.

Hemos hablado de sus días, de su devenir y deambular, desde que se hace luz al sonido de unos pasos y se va engalanando con saludos de ubetenses, buenos días de comercio y horas de reposo y batallitas en el retiro de sus bancos. Si Úbeda tiene sangre, esta plaza es el corazón que la hace caminar. Hemos hablado de sus soportales: posadas donde cobijarse en los días de lluvia y en los días de mucho calor; y se nos ha mostrado su espíritu: ubetenses con antifaces corriendo y saltando entre los arcos mientras tarareaban alguna coplilla de aquel carnaval proscrito ante los ojos de una dictadura; ojos somnolientos apoyados a una columna proyectando la película de una estatua fusilada a la que han vestido de tierra, luego de verde, luego de verde y piedra y ahora de cataclismo urbanístico; he visto el espíritu de mi infancia comprando pétreos regalices o estampas de fútbol o apostando diez pesetas a la aleatoria sorpresa de un circo de golosinas e insulsos juguetillos, en una tienda ambulante llamada “carrillo” donde tenía que meter la cabeza para ver qué género era el que podía comprar: esos portalillos de domingo por la mañana, nido de niños vestidos de domingo en el paraíso del caramelo, ahora ya no hay carrillos pero sigue habiendo infancia con otro aprendizaje pero con el mismo domingo de plaza. Myron, con esa omnipotente virtud de hacer realidad los sueños, ha conversado con el general y este le ha contado sus patrañas; recuérdame los disparos que florean en mi cuerpo, le ha ordenado a Myron con su voz castrense, y absorto he presenciado la ferocidad de unos disparos enardecidos por la guerra. Han hablado del destierro y la tristeza que le supuso venir a vivir a una plaza que ya no es la suya, pero se ha reído también contando los balonazos que los niños siguen propinándole, se ha emocionado al recordar al ubetense saltando a su alrededor cuando el Madrid ha ganado algo, y ha llorado porque dice que no puede exorcizar los ecos de los tambores y las trompetas y el aroma a incienso y flores que encierra en su interior. Nos ha hablado de Toledo, de él mismo, de Andalucía, de vieja, de gitana y raza gitana en sus mañanas vistiendo a la plaza de bronce y sueño. ¡Ay, general! Te has callado dejando las aceras llenas de gente en la semana santa de Úbeda y has abierto el balcón donde José creaba para regar nuestros oídos con una saeta, porque la plaza es saeta al viento en la mañana de Viernes Santo cuando se despereza para vestirse de evangelio de muerte y de general.

Hemos seguido mamando del silencio de esta plaza, Myron y yo, y éste nos ha regalado el golpear de un futbolín en el torreón de la Trinidad y una radio encendida por la pasión de un viejo que se hizo plaza de niños esperándole y plaza de niños llorándole en un abril funesto. Cuántas emociones han portado tus bancos, cuántos besos, cuántos idilios de flores en mano y tímidas miradas; quién no ha pisado tus piedras y ha escrito tu historia. Es la rosa de los vientos de mi Úbeda, le he dicho al duendecillo, porque el norte cae en ella por la Trinidad, porque el Este le da luz a sus adoquines por la Corredera, porque se hace Sur mirando a la Cava y el Oeste la adormece a la sombra de un hospital de cultura.

Acompasando nuestras respiraciones con el tictac del tiempo sobre el torreón hemos pasado las horas, Myron y yo, en silencio, acunando a la noche, despertando al día, observando el deambular de un pueblo que pasea o se acelera, oyendo conversaciones que cuentan la historia de un pueblo, nos hemos quedado de piedra como lo hacen los viejos que se sientan en sus bancos al abrigo del sol, nos hemos hecho tapa y cerveza al mediodía y café tras la comida, y bostezo de tarde que reaviva su suelo, y niños con bicicletas y padres comiendo pipas, caricias de enamorados y silencio que se va adueñando del espíritu de una plaza que es la que manda cuando llueve y cuando no en Úbeda. Nos hemos hecho espíritu de esta plaza vieja, porque la plaza no es materia, ni piedra ni árbol, ni estatua ni fuente, ni soportal ni torreón; la plaza es su gente, y el recuerdo y la historia que van dejando.

lunes, 21 de abril de 2008

Día del Libro 2008 Manifiesto en defensa de la Biblioteca Pública "Juan Pasquau" de Úbeda

El nivel cultural y cívico de una ciudad viene determinado por el trato que dispensa a su Biblioteca. La Biblioteca Pública es fundamental para crear cultura, porque no hay cultura si no existe amor al libro: el libro es la palabra que crea y la soledad que genera, el libro es el espíritu que se eleva y la aventura que se vive. En los libros está –fresca y palpitante– la vida y ellos son lo mejor de la cultura.

Cuando se pretende que las Bibliotecas Públicas sean un escenario más del cúmulo de espectáculos en que se ha convertido la cultura en nuestro país, hay que recordar que incluso reducida a un angosto e incómodo almacén de libros la biblioteca crece, se regenera y se recrea cada vez que un ciudadano acude a ella para ejercer el delicado y democrático derecho, igualitario y republicano, en que consiste la lectura. Ejerciéndolo es como mejor crecemos en nuestra condición de seres libres.

Por eso es imprescindible que los poderes públicos se impliquen en la Biblioteca. Los habitantes de esta ciudad, de todas las ciudades, tenemos un derecho fundamental de acceso a la cultura, porque así progresamos como ciudadanos. Pero no hay cultura allí donde la Biblioteca Pública gime en el olvido.

Quienes guardamos un entrañable recuerdo de nuestra primera visita a la Biblioteca Municipal, los que quisiéramos verla como buque insignia de la cultura de nuestra ciudad, asistimos atónitos al papel que se le ha reservado.

Mientras no han parado de gestarse hitos culturales –fatuos, festivos, fugaces y caros– la Biblioteca ha sido olvidada. La democracia ubetense no ha encontrado ocasión para dotar a la Biblioteca “Juan Pasquau” de la dignidad que merece. Sólo los espacios sobrantes, las migajas del presupuesto, los rincones del olvido. Siempre otros compromisos que cumplir, otras prioridades que atender, otras urgencias que sofocar: el libro y el sagrado espacio cívico de la Biblioteca no han importado demasiado a las corporaciones democráticas en los últimos treinta años.

Consideramos que ha llegado el momento de poner fin a esta situación. Ha llegado el momento de que la Biblioteca vea reconocida su dignidad, que es la dignidad del libro, la dignidad de la cultura. Ha llegado el momento de desalojar lo que sea para que la Biblioteca Municipal tenga el espacio que necesita. Ha llegado el momento de cambiar las prioridades. Ha llegado el momento de que el presupuesto municipal prime lo importante sobre lo vistoso. Y lo importante aletea en el silencio de la Biblioteca Municipal y en la soledad ante un libro abierto. Y lo importante es que la Biblioteca inunde los recuerdos de la infancia, ilumine los ensueños adolescentes, disipe las zozobras adultas y vertebre ese delicado equilibrio de hábitos, conductas, creencias y sueños que constituyen la cultura de un pueblo.



Suscriben este Manifiesto

REVISTA “IBIUT”,
ASOCIACIÓN CULTURAL “ALFREDO CAZABÁN LAGUNA”
PEQUEÑO TEATRO UBETENSE
MIGUEL PASQUAU LIAÑO (Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, escritor)
RAFAEL BELLÓN ZURITA (Cronista Oficial de la Ciudad, catedrático de Secundaria)
RAMÓN MOLINA NAVARRETE (maestro, escritor, poeta)
ANTONIO ALMAGRO GARCÍA (profesor de Magisterio, historiador)
JOAQUÍN MONTES BARDO (catedrático de Secundaria, investigador)
AURELIO VALLADARES REGUERO (catedrático de Secundaria, investigador)
JOSE BIEDMA LÓPEZ (Director del IES “Francisco de los Cobos” de Úbeda, filósofo)
DIEGO MARTÍNEZ MARTÍNEZ (Director del Archivo “Manuel de Falla” de Granada)
MARÍA DOLORES LIAÑO PEDREIRA (Directora del Archivo y Biblioteca Provincial de La Coruña)
MANUEL JURADO LÓPEZ (escritor, ganador del I Premio de Poesía “San Juan de la Cruz–Ciudad de Úbeda)
MARÍA SANZ (escritora, ganadora del II Premio de Poesía “San Juan de la Cruz–Ciudad de Úbeda)
JUAN PASQUAU LIAÑO (médico)
MANUEL MADRID DELGADO (politólogo, escritor)
EUGENIO SANTA BÁRBARA MARTÍNEZ (maestro, webmaster de ubedaenlared.com)
JUAN ENRIQUE GARCÍA-BLANCA ROA (dramaturgo)
PEDRO MARIANO HERRADOR MARÍN (investigador)
ALBERTO ROMÁN VILCHEZ (periodista)
VICENTE RUIZ GARCÍA (profesor de Secundaria, historiador)
MARÍA JOSÉ ACOSTA ARZA (profesora de Secundaria)
RAMÓN BELTRÁN ALMAZÁN
FRANCISCO JAVIER TORRES LÓPEZ

La persona que quiera adherirse a este manifiesto lo puede hacer desde http://www.vbeda.com/indexmancon.php

Por una biblioteca a la altura de una ciudad cultural como es Úbeda.

sábado, 19 de abril de 2008

¿QUÉ PASARÍA TÍO, SI...

Si, desde las once de la mañana del Domingo de Ramos hasta las tres de la tarde del siguiente domingo, estuviera lloviendo, quién diría que es Semana Santa si no hay acto de presencia de ninguna cofradía en la calle. Seguramente que los dueños de establecimientos hosteleros serían los únicos que si vivirian esa semana como muchas otras santas, sin tanto hombre mayor "encorbatado" ni tanto pellejo de pelucas "enlacadas", pero con la plebe en sus barras.

Si un pregón de Semana Santa no tuviera un protagonista con su "gran" nombre y apellidos, con un curriculum semansantero basado solo en el montaje de muchas casetas de feria desde el escalafón de los que se manchan y sudan y no desde la palestra de los que se hinchan de jamón mientras dirigen, si su único logro ha sido ver de cerca la subida de su titular a lo alto del trono, llevado por las manos de los que siempre lo hacen, esos que han estado sentados viendo como él se rajaba las manos con las espinas de las rosas mientras las cortaba y que una vez finalizado el montaje se visten con sus guantes de blanco hipócrita y suben a su titular al lugar donde él quiso haberlo subido. Qué pasaría con ese pregón dado por ese "Sin-nombre". Seguramente no llegar a aburrir de tal manera como lo hacen las disertaciones filosófico-menstruales de esos médicos, abogados, empresarios, súbditos del rey y bufones de la corte del cielo que se han ganado ese puesto mendigando Semana Santa desde el púlpito chabacano de una barra de bar o publicando un anual articulo en el anuario. Hay gente que ya planta jaramagos en las tulipas porque tiene más que macetas mientras que otros vomitan decepciones en el inodoro del olvido porque no pueden hacerlo en la tulipa que un día no llegaron a darle.

Si las únicas reglas y requisitos para acompañar al titular amado, en un vía crucis o un traslado, fueran las ganas y el amor que cualquier cofrade pueda tener cuando su cristo o su virgen sale a la calle. Si no fuera motivo de expulsión o negación de ilusión para acompañarlo el simple hecho de llevar un pendiente, piercing o tatuaje que ni el mismo Dios ha tenido la valentía de advertir en sueños que eso va contra sus mandamientos. Si cada vez que algún "mandamás", con su soberbia imperecedera, prohibiera salir a un hermano que ama y siente a ese trozo de madera llamado "´Titular de cofradía" porque no va vestido con un traje de chaqueta y corbata que no viste porque no viste así ningún día del año, ni aún en la boda de su hermana; o porque no se ha dignado a quitarse un pendiente que es signo inequivoco de su personalidad; o porque se ha vestido con traje de gala pero lleva zapatillas deportivas porque es un hortera o quizá los zapatos le hagan rozaduras en el callo que lleva viviendo en sus pies desde que comenzó a trabajar; o porque no lleva oculto un tatuaje que dice "Jesús es mi camino" o "María es mi madre porque fue la madre de Él"; si cada vez que se prohibiese todo esto y se jugara con la ilusión del castigado se le rompieran todos los trajes de gala al que lo censura, o le salieran agujeros en sus inmaculadas orejas, o se le tatuaran en el cuerpo las letras de algún manifiesto zapatista o las de alguna frase guevarista... qué pasaría, tio! El amor no viste Armani ni entiende de ideologías. Jesús murió para salvarnos a todos y todos no éramos ni somos iguales.

Si la caridad en las hermandades se basara en la búsqueda de un empleo para aquel hermano que tiene una situación social y económica deprimente pero que siempre tiene para pagar la cuota de su cofradía, y que se ha gastado media pensión en comprarle una corneta a su niño porque la mayor ilusión de ese hijo es la de tocar en la banda de su cofradía y que en la fiesta de su titular siempre tiene un euro para echar a la cesta y no sabe que ese dinero irá a parar a la Iglesia; esa Iglesia que no hace nada por paliar su situación. Si la caridad en las hermandades no fuera Caritas o la adopción de un niño en Tombuctú y si la preocupación por esos jóvenes que noche tras noche, pasando frío, ensayan en las bandas con un abrigo en mal estado. Si los que donan enseres de gran valor donaran una mano de ayuda. Que mayor caridad que la que se da a alguien próximo y conocido.

!Qué pasaría, tio, si...................

Un Jueves Santo, mientras no dejaba de llover y no había ni una cofradía en la calle, me encontraba emborrachándome con un amigo que me contaba: "¿Recuerdas, amigo Medina, cuando era importante en mi cofradía. Cuando era jefe de banda y toda la gente me quería porque nuestra banda era la que mejor sonaba en la calle? ¿Recuerdas cuando saliamos juntos de costaleros en la cuadrilla de nuestro cristo y nos dejábamos nuestra salud bajo su consuelo? !El grupo tan compacto que llegamos a crear¡ ¿Recuerdas las veces que juntos escribimos, apoyados en la barra de alguna taberna, algún artículo para la revista de nuestra cofradía? ¡Qué de veces nos decían que ibamos a ser los próximos pregoneros de la siguiente Maranathación de la Semana Santa! ¿Recuerdas la cara de gilipollas que se nos quedó cuando presentamos aquel festival de Bandas de Gaitas y Zambombas de Semana Santa y no se dignaron a darnos la famosa tulipa color frambuesa, y se la dieron al famoso Eustaquio Pocopelo Bienvestido por haber presentado la presentación que hicimos? ¿Recuerdas que no salí en el Vía Crucis porque en la mano derecha me hice un tatuaje en el que me puse el nombre de mi hijo? ¡Ay, que recuerdos! Luego, ya sabes, pasé por un mal momento de mi vida. La cofradía se quedó sin costaleros y tuvieron que pagar a una cuadrilla de mercenarios, el Madrid siguió confiando en Capello y bajó a segunda, la banda de cornetas y tambores se convirtió en una de Gaitas y Zambombas, el Litri dejó el puesto de capataz y designaron a Carlos "el quemao" para el puesto, Santi se quedó de presidente de la Gracia y nombró a Sito como vocal de Altercados y Bullicios, Balbino se retiró de la política cofradiera y se enrroló en la Armada de cocinero; me mandó los otros días una foto en la que se ve vestido de blanco y limpiándose la mano con un cenadero. Fueron cambios muy drásticos y ya sabes.... hicieron que me enamorará del mundo de la droga y la bebida. Estuve tres años en un psiquiátrico y a base de cojones he conseguido salir de él. ¡Yo solito! Y aquí me ves. Sin trabajo, sin dinero, mendigando que un amigo como tú me invite a unas cervezas. Nadie se acuerda de mí porque mi trabajo no estuvo acompañado de un nombre, de una familia ni de un trabajo honroso. Sigo siendo hermano de mi cofradía de toda la vida. Mi niño toca en la banda y ya me han dicho que es un virtuoso como su padre. Los otros días cobré veinte días de aceituna que he echado este año y le he comprado una corneta de plata para que tire la otra corneta que tenía que estaba llena de "abollones". Nadie se acuerda de mi con todo lo que he dado. Cuando me ven por la calle me paran y me preguntan, me dan una palmadita en la espalda, me miran con cara de pena y se van diciendo que rece a mi cristo, que ya veré como me ayuda. Yo lo hago, amigo, pero sigo en esta situación y el Litri no ha vuelto aún de capataz.

Te voy a decir algo, amigo Medina. Yo sé que Dios es humilde, que es amor y que da oportunidad hasta al más necio. No busques a Dios en la Semana Santa.

Invítame a otra cerveza que hoy no hay Semana Santa que aguante este chaparrón."

(Publicado en la revista "El Sudario 2007". De verdad que yo no sabía que iba a llover tanto esa Semana Santa)

jueves, 17 de abril de 2008

INCIENSO

Otra vez me hacía el dormido; lo siento. Me gusta andar jugando con Morfeo mientras te intuyo en las tardes o en las noches de Sevilla. Sus amaneceres hacen que me estremezca cuando escucho, entremezclados con un Resucitó, las voces familiares de los gorriones de cualquiera de sus plazas. Esas voces me transportan a nuestra puerta de La Consolada, en cualquier amanecer morado de esos tantos en los que hemos estado juntos: yo dejándome a tus devaneos y tú acariciando mis sentidos.

Cuántas veces te has cambiado de vestido. Miles. Te vistes de dorado, de morado, de cardenal, de negro, de verde, pero siempre estás en mí como la primera vez que nos amamos: virginal, desnuda. Hace un mes que te marchaste y ya te echo de menos.

Te acuerdas de las tardes de jueves, aquellas curtidas de sol en la calle Nueva. Me gustaba pasearte, acera arriba acera abajo, para que lo inundaras todo con tu perpetua presencia; siempre has sabido darle color al oscuro hábito que visto cuando se que nos queda poco tiempo juntos.

Tú no lo sabes pero te lo digo ahora, reclamando esos momentos en los que lo pude decir en tu presencia: te has anclado a mi alma y mi espíritu intuye tu presencia. Te lo digo por esas tardes en las que te abandonaba, esas que te pasabas las horas buscándome y al final me encontrabas en alguna taberna, bebiendo con mis amigos. Mucho antes de que me encontraras ya sabía que venías a mi encuentro, preparándome para saber qué decirte y qué absurda excusa poner a mis ausencias. Tú sabes que siempre he salido a tu encuentro.

Ahora no puedo saber si marchaste lejos o si volveré a sentirte pronto. Te marchaste y me dejaste sin una dirección a la que acudir y un número al que llamar. Me has dejado tan lleno de recuerdos: nunca olvidaré aquella noche en la que profanamos aquel templo de aquel barrio de aquella ciudad tan nuestra; cuando me desnudé sobre aquel banco para sentir tu desnudez en mi alma. Poco nos importó que un hombre sentenciado a muerte nos condenara a nuestro eterno amor con su cómplice mirada. Si alguna vez he profanado a Dios fue aquella noche; y tú lo sabes porque fuiste mi amante. Te echo mucho de menos.

Lebonah, así te llamaron pero nunca te conocería por esas letras, te estaré esperando en la lonja de San Isidoro cuando con tu belleza me transportas al paraíso. Pero te ansío en mis vísperas, en la Úbeda de las vísperas, cuando coqueteas conmigo para luego entregarte sin miramientos en la semana de nuestro cíclico amor. Trae contigo tu aroma de Oriente.

martes, 15 de abril de 2008

5876

Es como una fecha de nacimiento: unos números que no han sucumbido al polvo del olvido y que, ayer, se evaporaron de mi inconsciente para hacerse fina lluvia de la nube de la memoria. 5876, un número como otro cualquiera pero con una historia narrada a base de tinta apilada y préstamos de conocimiento.

Se instaló a la temprana edad de once años, cuando la biblioteca del colegio se quedaba pequeña para mis ratos de sueños, aventuras y perspectivas de saber, y con él descubrí un lugar lleno de murmullos silenciosos que se entremezclaban con el eco que de sus estanterías, plagadas de erudito papel, vociferaban los siglos de la cultura. En el Renacimiento enmascarado de esa gran sala comencé a saborear los largos minutos frente a un indefinido número de libros, buscando nuevas lecturas con las que alimentar el emergente pozo de mis sapiencias; explorando nuevas plumas versadas en la literatura que mi curiosidad quería descubrir; allí encontré un lugar para estudiar como el que siempre había soñado: grandes mesas, sillas rústicas, en las que un adolescente como yo parecía un Moisés en el desierto, decenas de diccionarios y contrafuertes en forma de libro donde andamiar mis aprendizajes. También conocí la emoción y las cosquillas en el estómago del primer amor. Allí le puse rostro al nombre de mi colegio y me empapé del eterno atardecer sobre el patio central del Hospital de Santiago.

Con once años y un 5876 me adentré en la majestuosa selva de la biblioteca municipal y quiero recordar la cara de la eterna Pepa cuando entregué la boleta de mi primer préstamo: El nombre de la rosa. Entre esas cuatro paredes estudié lo que nunca aprendí en las noches antes del examen y, de esas benditas estanterías, robé volúmenes de tinta que, tras entender que otros podían sentir lo mismo que yo con ellos, devolvía con exquisita puntualidad inglesa, aunque de vez en cuando me retrasara alguna semana, algún mes… 5876 ó 5.876 como surgía de ese bolígrafo atado a un cordel en los primeros años de nuestra historia. Un número que ayer guió mis pasos hacia donde llevaba tanto tiempo sin ir y donde saboreé de nuevo la cercana caricia de sus paredes curtidas de ciencia y literatura. De nuevo me introduje en el estrecho pasillo novelesco donde tantas horas he pasado y arranqué de sus entrañas un pedazo de su encanto: La tregua, y así, terminaba una improvisada tregua que nos ha tenido tanto tiempo separados.

Ayer, este número, guió mis pasos hacia mi biblioteca, hacia ese lugar donde lo profano y la sagrado se dan la mano; la biblioteca que descubrí cuando niño, sin que nadie me llevara de la mano y a la que algún día acudiré, si la providencia me lo permite, de la mano del que sea mi hijo o mi hija, para enseñarle cada rincón que va desde su casa hasta la biblioteca, para que no olviden nunca ese camino y para marcar su vida con otro número pero con el mismo significado que para mí tiene ese 5876.

jueves, 10 de abril de 2008

EL ESPÍRITU DE UBEDA: BARRIO



Myron, el duendecillo travieso y versado en esta tierra, me ha llegado hoy con una sonrisa más cercana de lo normal: siempre que me ha sonreído lo ha hecho mirando hacia otro tiempo, hacia otro lugar donde yo no habitaba, pero hoy me ha mirado y en su curioso lenguaje, donde las palabras están ausentes, me ha dicho: “Úbeda es barrio”. Así, tal cual, ha escrito en mi mente una historia tejida con calles, familias, vecinos, juegos, dimes y diretes, niños, viejos, amaneceres, noches, tardes tempranas y tardías tardes, voces en los balcones, flores en las macetas y una amalgama de significados que mi alma ya no podía reconocer.

Me ha transportado al eterno amanecer sobre la Puerta del Sol. Ese barrio que lleva sobre sus tejados el peso de darle a Úbeda un nuevo día, cada día, y que es la infancia que se ha transformado en recuerdo. Y al sobrevolar el pasado he visto a Úbeda haciéndose en cada uno de sus barrios. La he visto hacerse valiente a cada paso de niño que, minuto a minuto, va alejándose del dintel de la puerta de esa casa que ha sido su vida y va escribiendo las primeras vocales de su historia. A base de churretes en la cara y roña en los tobillos, se va haciendo barrio, dibujando sobre el asfalto el lienzo de su juegos: dos rectángulos y un circulo serán un campo de fútbol, unos cuadrados enumerados son un largo pasillo a recorrer; un retazo de ladrillo bastará para construir una casa en la que vivir los primeros amores de la niñez, aquellos que se aprobaban tachando con una cruz el cuadrito del “si”. Así es como uno se hizo barrio para luego ser Úbeda, desoyendo la llamada que tu madre manda, desde ese balcón de rojos geranios, anunciando una cena a la que llegarás tarde porque esta noche te vas en busca de un tesoro escondido en otro barrio.

Vestido de pirata en un barco lleno de la inolvidable amistad de la infancia vas capturando enemigos en las fronteras de tu barrio, aunque en la batalla te lleves de regalo alguna cicatriz que te acompañará toda tu existencia, y el roce con el reo te hará darle libertad porque comprendes que es otro como tú, que es barrio pero con otro telón y con otra letra. Curioso, cedes y vas abriendo esa frontera haciéndote más libre y mayor; dándole sentido a las palabras de mi fiel amigo Myron: “Úbeda es barrio”.

Es barrio y siempre ha sido barrio porque fue San Isidoro, San Nicolás o San Millán donde se plantó esa semilla, donde el pueblo se consagraría en urbe en el futuro expandir de sus raíces.

Qué bien nos describió Antonio Muñoz Molina las identidades del barrio hablándonos de su curtido San Lorenzo o del bisoño barrio del Carmen; cómo he visto la evolución del barrio en las historias que mi padre me contaba sobre “el Vietnam”, pasando de ser reflejo de campos de trigo a mota de ladrillo viejo entre centros comerciales y casas adosadas. Allí se huele a barrio antiguo, al que viví, al del balón en la calle y la pupa en la rodilla, al de la puerta de vecinos llena de dimes y diretes y butacas en verano, al del grillo “porculero” y las ventanas de par en par; allí en ese barrio rodeado del estrés del consumismo y casas adosadas llenas de niños que ahogan su imaginación frente al televisor, borrándose las huellas dactilares con unos botones que borran la historia de mi barrio.

Myron llora cuando me ha hablado del barrio de la Playstation y de las tardes sin Barrio Sésamo, porque nota que Úbeda está tomando el color del barrio de ahora cuando un Viernes Santo de madrugada no hay absoluto silencio como cuando los barrios antiguos, y las ferias no son de turrón a cinco duros pero si de botellón a cinco euros, y no escuchan al Sevilla al calor de un Viejo pero se emocionan con violencia grabada en un maldito teléfono móvil. Myron me mira y llora porque escasean los niños en el verano de las calles, con tanta sobreprotección y tanta tele basura. Me mira y se consuela porque ha visto renacer en mí el espíritu de Úbeda.

“Barrio que fuiste mi infancia, barrios que fuisteis mi adolescencia y me fuisteis aventurando en el corazón de Úbeda, dejadme deciros que no hay mayor locura que irse por los barrios de Úbeda”

miércoles, 9 de abril de 2008

BLAS




EL RECUERDO

I

Me desvelé. Acababa así con un mal sueño que no tengo conciencia del tiempo que duró. Me incorporé y enseguida busqué el lugar donde habían quedado mi camilla y mi compañero, bajo unos escombros la vislumbré y mi compañero se acercó al momento hacia donde me encontraba. Miramos a nuestro alrededor, el sacerdote que íbamos a acompañar no se encontraba ya en el sitio; en su lugar, los escombros de un campanario. Miramos hacia donde segundos antes habíamos visto el campanario y ahora el hueco que había dejado estaba rellenado por trazos de humo, polvo y cielo. Al pronto comprendí lo que había ocurrido: una bomba había caído sobre la iglesia. En ese mismo instante me di cuenta que el tremendo pitido que oía desde que me levanté no era el recuerdo de la bomba cayendo, me miré la camisa que estaba coloreada de rojo y al llevarme las manos a los oídos vi que volvían cual mano de Cristo crucificado. No podía oír nada. Mi compañero me guiaba con ímpetu hacía un lugar que yo no entendía; cuando llegamos vimos el poder destructivo que pueden llegar a tener esas terribles gotas de hierro caídas del cielo. Vimos que algunas de las casas cercanas a la iglesia habían sido derrumbadas por el efecto de la onda expansiva. Grité pero no podía oír nada.

II

Me encontraba, como muchos otros días, junto a mis compañeros de fatiga, acurrucado al tronco de un olivo intentando que el sueño pudiera con la incomodidad de aquella posición. Cerré los ojos y comencé a dormir. No llevaría mucho tiempo realizando aquella necesaria acción cuando mis compañeros me despertaron precipitadamente, balanceando mi cuerpo. Todos me gritaban algo. De repente vi la imagen de una niña, rociada de agua, en aquella fría noche de Marzo; parecía como una imagen importada de mi sueño, pero no era así; la imagen era real. Me imaginaba el sonido del roce de sus dientes a causa del frío. De repente dije algo pero no oí nada de lo que dije.

III

Era la época de la recogida de la aceituna y como otros tantos años seguía con la misma cuadrilla y en los mismos campos de siempre. Ese año había un integrante más: el hijo del “güillo”, el cual no había querido seguir estudiando y su padre lo mandó allí con nosotros para que se aplicara en las artes del campo. Fue la peor campaña de mi vida. Ese muchacho no paraba de molestarme; sabía que estaba hablando con los demás sobre mí y seguramente sobre mi candidez, algo que a él le parecía síntoma de anormalidad: creo que me tomaba por tonto. Pero me resarcí de él cuando en un terreno inclinado me dirigí a un ramal que él había atado y le dije… No oí nada de lo que le dije.

EL PRESENTE

I

Son las tres de una fría madrugada de Enero y acabo de venir de una fiesta. Estoy en el cuarto de baño y de repente oigo voces. Es mi abuelo que seguramente se esté moviendo en la cama para darse la vuelta, con el escándalo que ello supone. Las voces siguen y parece como si estuviera hablando con otra persona. ¡Dios!, habrá algún fantasma en la habitación; me parece que no voy a salir de aquí; tengo mucho miedo. Si mis padres lo oyeran seguro que saldrían y entonces sí podré salir; no quiero que mi primer encuentro con un espíritu sea en solitario. Mis padres se han levantado y están chillando a mi abuelo. Ahora es el momento de hacerse el valiente. Entro en la habitación y veo a mi abuelo de pie frente al armario, con los ojos en blanco y chillando: “¡Sacarlos de ahí! Pero no veis que no se pueden mover. ¡Quitadles esas piedras de encima! ¡Ay, qué estropicio habéis formado! ¡Maldita guerra!” Mi abuelo se estaba comunicando con alguien a quien nosotros no podíamos ver, y yo estaba oyendo las palabras que él un día no pudo oír.

II

Mi abuelo se ha calmado un poco, está más sosegado y en la claridad de sus ojos se vislumbra el azul original. Me acuesto en mi cama, a su lado. Estoy temblando, sigo pensando que se está comunicando esta noche con espíritus del más allá. Estoy muy cansado y comienzo a conciliar el sueño, ¡por fin! ¡No!, mi abuelo se está moviendo, ha alzado la sábana; parece que se va a levantar pero no lo hace y en su lugar comienza a chillar: “¡No ves qué chiquilla! Pobrecita, está temblando de frío. Cogedla y acostadla aquí, junto a mí, que este trozo de tierra está calentado por mi cuerpo.” Enciendo la luz y lo veo acostado mirando el pasillo que separa nuestras camas, a la altura de una niña de diez años y, cuando habla, mueve la vista dirigiéndola hacia alguien que yo soy incapaz de ver. Me estoy volviendo loco; yo también miro hacia donde él mira. Mi abuelo me escudriña pero no puede verme. Yo no veo con quien está hablando pero sí he oído aquellas palabras que él no pudo oír aquella noche.

III

De nuevo se ha calmado, ahora si lo oigo respirar tranquilamente. Me duermo y como si de una intuición se tratara me he despertado de nuevo, sintiendo que mi abuelo se va a despertar de nuevo. Quizá no haya dormido en toda esta larga noche. Así es, y ahora oigo en la oscuridad como está moviendo la cortina. Enciendo la lámpara y lo veo que se ha enzarzado con el lazo que ata el cortinaje a la pared. Y no para de quejarse: quejidos de supremacía. Me levanto y me pongo frente a él acariciándole la frente y él me dice: ¡pero, chiquillo, como has atado este ramal! ¿No ves que nos vamos a otro tajo? ¡Anda y quita, que no sabes ni atarte los cordones, espabilao!” Mi abuelo se calma y mira a su alrededor, extrañado me mira y me pregunta: “¿Qué me pasa?” No se lo que te está pasando, abuelo, pero aquellas palabras que tú no pudiste oír aquel día ahora las llevo en mi interior.


IV

Ahora lo ves sentado en su sillón, siempre con su garrota en la mano y no queriendo mirar hacia la televisión porque dice que solo ve cosas blancas y luego no puede dormir por la noche. Lo ves en la ventana, mirando a través de ella cómo viene el tiempo por Baeza, achacando sus predicciones al mayor o menor dolor de sus rodillas. Lo ves, ahora, que cuando se despide de mí lo hace llorando, diciendo siempre que tiene miedo de no volver a verme más; aún sigue creyendo que estoy haciendo la mili; llevo cuatro años haciendo el servicio militar; siempre me pregunta que cuándo me van a dar la blanca. Es muy difícil explicarle que estoy estudiando: se enfadaría mucho con mi madre al saber que no me han buscado aún un trabajo en el que gane dinero. Lo ves que nunca ha tenido miedo por nada y ahora siempre lo tiene cuando llega la hora de la oscuridad, cuando llega la noche; me dice que tiene miedo de volver a ser joven, de ver tanto mal como vio y vivió; me dice que él conoció a alguien como yo en su juventud, alguien que una noche le limpió la frente de sudor. Sudor de una lucha que tuvo por volver a ser el que fue siempre. Una lucha por volver a ser Blas y no su recuerdo.



(Primer premio del concurso de relatos cortos de la Facultad de Ciencias de la Educación de Granada 2002)