Ahora es cerca del camino de Cuesta Zapata. Allí toman el sol
en su destierro las mudas piedras que en tiempos convulsos se preñaron de
secretos, penas y quebrantos; mientras otros soles las desperezaban cada mañana
allá por la que hoy se llama avenida y se apellida libertad.
Dos veranos en silencio, viendo los paseos de señoras en
chándal, las carreras de atletas sin medallas y el polvo que, levitando, llega
a posarse sobre ellas tras la marcha veloz de algún grupo de ciclistas o el
ruidoso paso de un viejo Land Rover. Allí quedaron, cerca del camino de Cuesta
Zapata; tras el trasiego de aquellos días de hace dos veranos, cuando las
disociaron, las derrumbaron, las desterraron. Ahora es cerca del camino de
Cuesta Zapata, donde descansan sin descanso las tristes piedras de la Cárcel
del Partido.
Donde antes señoreaban, aun desvencijándose por el abandono y
la apatía; ahora se abre al cielo ubetense un inmenso solar vacío, yermo y
mohíno, camuflado por el recuerdo neomudéjar de la portada del edificio. Y todos
creíamos que, cuando todo ocurrió, todo podría volver a suceder: tras el
revuelo de su derrumbe, vendría la agitación de una nueva construcción que
haría olvidar la ignominiosa destrucción. Nada; sigue la nada. Casi dos años
después, aún sin construcción, la nada nos trajo el olvido.
Este verano he vuelto a Granada. En cierto modo, a despedirme
de ella. En uno de esos postreros viajes, antes de adentrarme en el barrio de los Doctores, observé, con una mezcla de
entusiasmo y melancolía, que la Vieja Cárcel Provincial de esa ciudad, situada
en la carretera de Jaén, también había sido derruida. Sólo han salvaguardado,
por su valía patrimonial, el torreón de entrada al edificio, donde aún se
conserva un escudo republicano, respetado durante el uso que de aquella cárcel
hizo el franquismo. No pude más que comparar ambos casos. La diferencia salta a
la vista: el entorno que rodea al torreón granadino, ha sido fehacientemente
adecuado a las características de una ciudad patrimonial como Granada. En
Úbeda, algún día ocurrirá lo mismo. Aún tengo los dedos cruzados, esperando que
nuestros políticos se decanten por algún edificio de uso público, cultural y
escénico; y se olviden de sosos edificios multifamiliares en una ciudad con
tantas viviendas vacías.
No pintan bien las elecciones nacionales para el partido
gobernante. Se prevén cambios. Igual lo local y lo estatal hablen igual. Igual
el rojo combine con el rojo. Igual lo que era rojo se vuelve azul, y el azul en
rojo. Igual se vuelve a hablar de la Vieja Cárcel del Partido, del vacío que
dejó tras su muerte. Igual los que frente a ella clamaron, ahora pueden honrar
su memoria de manera digna, consecuentemente con sus actos de antaño. Aunque,
de mí para ti: las cosas de palacio sabemos que van despacio; y creo que ya no
importa que a algunos nos duela aún la ausencia de aquel palacio.