martes, 27 de mayo de 2008

Un pasodoble en mi boda


Hay letras de carnaval que te ponen la piel de gallina y te arrebatan alguna lagrimilla que otra, pero cuando una de esas letras habla de tí y te lo canta tu propia comparsa los sentimientos ya no entienden de razones:

Con todo mi cariño vaya el pasodoble
a mi amigo Medina y a mi amiga Toni,
hoy Dios se hizo presente en forma de alianza
tras el sí quiero y con la esperanza
de que el amor presida vuestra casa.



Con todo mi cariño os deseo cantando
que este día tan grande se quede pequeño
con los días que vendrán:
de alegrías y de penas,
de luchar "pa" conseguir el pan
que alimente el vientre
del que nazca un día
"pa" engordar vuestra alegría.


Será un niño o una niña con la simpatía de su madre
y no importará que le depare este mundo canalla
mientras tenga el corazón y los ideales del padre,
que le enseñará lo que es cultura con un libro,
lo que es valentía hablándole del Che
y lo que es el arte oyendo a Camarón.


Y que al igual que tú en la Madrugá,
el Viernes Santo a tu Cristo sostienes, ¡ay!
Él te devuelva tu fé
y con felicidad cada día os sentencie;
y la Virgen, por ser fiel,
como es Llena de Gracia
que de gracia todo lo llene.


Y aunque ahora tengas tu linda mujer
no olvides a tu amante, que se entrega a tí,
cantando tu verdad siempre por carnaval
y junto a tus amigos.
Esta comparsa que fue ganadora
desde el día aquel que tú llegaste, ¡ay!
siendo elegido.



Gracias por este torrente de fuerza y emociones: en mi pared quedó clavado y siempre que lo releo me acuerdo de todos vosotros, de todos mis amigos: de mi comparsa.

La música es la del pasodoble de la comparsa de Juan Carlos Aragón "Araka la Kana"

martes, 20 de mayo de 2008

El paraíso sin sombra


Me apacigua el sosiego de esas imágenes plagadas del verde natural, del verde virginal capaz de ahuyentar al más furioso calor de los meses más tórridos del año. Envidio las estampas, que todos tenemos en nuestra mente, de los ancianos sentados en un banco aferrándose a su bastones y soltándolos de vez en cuando para atusarse la gorra mientras disfrutan de una nostálgica historia de una época ya pasada, o se acaloran en una jubilada discusión de ideales bajo la cómplice sombra de un sauce de un parque cualquiera, plagado del verde del ayer y regalándonos la celestial melodía de las hojas mecidas por la brisa. Es irónico, en este mes de alergias y estornudos que llevo padeciendo toda una vida, que me acuerde, y en cierta forma añore, si es que alguna vez he tenido recuerdos para añorar, el retrato de un rincón coloreado de verde; pero hoy me transporta el alma hasta la desconocida New York y me pasea por las avenidas de Central Park donde tantas veces he vagabundeado con mi imaginación, mientras veía algún paseo de los protagonistas de tal o cual película, entre la frescura de una primavera o bajo una lluvia de caducas gotas otoñales: es el eterno esquema de cualquier ciudad de este mundo, potenciado a la enésima virtud en el caso de New York: lo “cosmopolita” que se refugia en la naturaleza huyendo del crepitar de la civilización.

Y por eso, porque la probabilidad que alberga un nacimiento me trajo a la cúspide de esta Loma, añoro esos espacios que la naturaleza le roba al inquebrantable suelo de las ciudades y nuestros pueblos. Porque vivo en una ciudad donde en vez de jugar a ser dioses creando vida en nuestras plazas y parques, nuestros gobernantes se visten de vivos golems esmerándose en la difícil tarea de arrojar piedra donde antes la savia nos daba sombra, cambiando a los gatos las sombras de los árboles por las siluetas que los coches aparcan en nuestras plazas. Pero es así y nos hacen creer que la palabra Renacimiento está en riña con lo que huele a romero, o a polen en primavera, o a rocío en las mañanas. Por eso, porque vivo en un pueblo sin pulmones he añorado esos recuerdos que habitan en mi mente gracias a las postales antiguas o a las películas de los yanquis.

Y es para preocuparse cuando todos los días, cuando viajo desde mi lugar de trabajo hasta mi casa, veo la inhóspita postal de un Parque Norte que pregonan se abrirá antes del verano: se abrirán unos miles de metros cuadrados llenos de veredas abiertas, sin árboles que las vistan de laberinto; y no será un parque porque los niños no querrán deslizarse por los abrasadores metales de un tobogán, ni los viejos querrán sentarse a la deriva de un banco sin sombra, ni los adolescentes se besarán en sus rincones porque no habrá ningún recóndito escondite donde camuflarse. Ese es el legado que nos van a dejar diez años de mentiras y de disputas electoralistas. Quizá hubiera sido bueno sembrar árboles que este verano nos dieran cobijo, y no haberlo dejado al abandono de la palabra vacía y del insulto a un pueblo.

Cuando inauguren este novedoso parque seguiré paseando por las plazas de mi Úbeda, imaginando que camino por Central Park o resucitando en mis ojos los árboles que anidaban allá por San Pedro o la Plaza Andalucía; y si el cansancio me pide un momento en la sombra me acurrucaré bajo la espadaña de San Lorenzo que hoy por hoy es lo único verde que da sombra en Úbeda.

sábado, 17 de mayo de 2008

La verdad que nos duele


Me traslado a los posteriores días de la muerte de Jesús y me paro un momento a reflexionar: unos discípulos esperando que se cumpla la promesa del que fue su líder, atados de pies y manos permaneciendo atentos a sus sentidos que en cualquier instante pueden dar fe de la resurrección del amado; pasan los días y eso no ocurre, siendo tan vasta la decepción de haber creído las palabras del supuesto mesías que deciden utilizar la mentira para “engañar” a sus semejantes con lo que en ellos es una verdad fehaciente.

Son la mentira, la falacia y el embuste obras humanas repudiadas por la sociedad en la que nos vemos inmersos, aunque negar los beneficios que esta nos aporta espiritualmente en algunas circunstancias sería de tontos. Aún cuando toda mentira se utiliza para conseguir algo, hablo de esa mentira libre de favores materiales o de esta otra que coarta las libertades de las personas a las que se las contamos o esta otra que, aún pareciéndose a la que a continuación describiré, esconde una verdad que debe ser contada a sabiendas del daño que puede causar: estas son las mentiras conocidas pero no es la “mentira”.

La “mentira” puede o no esconder verdades cruciales o de extrema relevancia para el que nos la escucha, pero nos sumerge en ese mundo clandestino donde nos sentimos a gusto; y es tanta limosna la que aporta a nuestra alma cuando la transformamos en parte de nuestra vida convirtiéndola en una gran verdad. Es esa mentira que no le importa a nadie, nada más que a nosotros mismos y que es linimento para nuestra alma.

Esta “mentira” surge cada vez que nos regodeamos de las maravillas del Renacimiento de nuestra ciudad, de sus piedras y sus templos, y nos callamos los veinticinco años de Santa María porque, además de que al extranjero que nos oye no le puede importar mucho, a nosotros nos avergüenza no hacer nada; o, como he leído últimamente, surge cuando un judío superviviente de Auschwitz cuenta lo superficial (anécdotas graciosas, amigos inolvidables, hambre y frío, idas y vueltas, treguas interminables) dando de lado a las vejaciones que su moralidad ha sufrido, porque eso es lo que le duele y no puede volver a meter el dedo en la llaga. Son mentiras que cuentan lo que queremos ser y las repetimos una y mil veces para recrear un pasado que quisimos haber vivido; son mentiras que ocultan una verdad más cruel que la misma mentira.

Y esta es una autoayuda humana de la que no podemos avergonzarnos ni renegar de ella, puesto que, con su innegable capacidad, nos da la paz que la verdad intenta violentar. ¿Quién nos puede decir que la verdad del cristianismo que durante siglos hemos seguido no surgió de la “mentira” de esos discípulos engañados?

jueves, 8 de mayo de 2008

Un informe distinto


Mi informe va mucho más allá de una sesuda y estudiada cronología histórica sobre estos veinticinco años de vida. Mi informe es una espontánea y furiosa reflexión sobre lo que realmente importa, haciendo grande y especial esta cofradía. Ojala tuviera el valor y la costumbre de mi amigo Blas para hablar así de mi cofradía para intentar convencer al señor obispo del porqué se debe realizar la procesión extraordinaria de Nuestra Señora de Gracia. Pero no tengo ganas, conocimientos ni ilusión por contarle de esa manera lo que es mi cofradía.

Mi informe más bien hablaría de un Lunes Santo, por ejemplo, y los cientos de personas que se persignan al paso de la señora – porque “señor” le estoy hablando de la Señora – durante el andar sobre las calles de su pueblo; le hablaría de cada una de esas personas que se santiguan y le contaría que la mitad no pisa sus templos aunque todos los Lunes salen en busca de la Madre de Dios; le hablaría del tumulto en silencio de San Lorenzo y de la gozosa algarabía que Santa María siente aún en su destierro. Pero a usted qué le importan estas cosas si quizá ni haya contemplado el rostro de Mi Madre: seguramente mi amigo le contará quién fue su escultor pero no le contará que horas antes de morir, Ramón Cuadra, fue a visitar a la Señora y se despidió de ella: pero esas cosas no son de su incumbencia y carecen de sentido católico. Usted está más preocupado en cagar decretos que son fiel reflejo de lo que es la Iglesia hoy en día: la cima de una montaña que poco a poco se desertiza y ve como la hierba se amontona en la llanura, en la llanura.

Este es mi informe, señor obispo, que no entiende la negación a una misa de campaña porque no veo por ningún lado el daño que con ello se podía causar al fiel de su Iglesia; no entiende del no a salir como siempre se ha hecho de Santa María y la Señora tenga que salir en andas y no en palio como las reinas, como ella se merece – espero que cuando usted cumpla veinticinco años de su obispado le obliguen a ponerse un triste anillo de hojalata -. Este es mi informe que le dice a la cara que son ganas de dar por culo, con todas las letras. Usted no ha oído hablar de una niña ciega que postrada frente a la Señora le dijo a su madre que esa era la virgen azul que veía en sus sueños, ¿verdad?, pues yo se lo cuento para que se sienta más gozoso con las cosas de palacio. Acote nuestra forma de trabajar pero no nos quitará la ilusión por trabajar.

Mi informe le hablaría de costaleros, de niños que sueñan con una trompeta, de muchos infantes que han aprendido a tener Fe, Esperanza y Caridad mirando la cara de la Señora y no en sus templos, ni leyendo sus decretos. Mi informe le hablaría del pueblo llano, del pueblo devoto a Nuestra Señora de Gracia, de la gente que trabaja todo un año entero para que luego llegue usted con sus leyes y les joda sus ilusiones, que por otra parte no hacen mal a nadie. Le puedo decir con este informe que íbamos a realizar un acto digno de la Señora y de su Iglesia y al que usted, con su empeño, va a bautizar con barro. Ojala y las cosas cambien, porque la verdad que no se como va a acabar todo esto.

Mi informe podría hablar de muchas otras cosas pero la lengua me arde y los dedos se me aturullan: bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos. Espero encontrármelo a usted y a los de su calaña en el cielo sin decretos de por medio.

Sólo faltaría que la Señora llorase.