martes, 30 de marzo de 2010

El cielo y Ella


Ayer el cielo, enamorado como sigue de Ella, se abrió un hueco entre los aciagos celajes que cubrían el firmamento y apagaban la luz de un plenilunio agitado por el viento, para asomarse, fiel a su cita, al Lunes Santo ubetense. Le resulta tan difícil quedarse sin otear las calles de esta bendita ciudad cuando la Llena de Gracia, Ella, acaricia con sus hijos el añoso empedrado de su historia, cuando Su palio va abriendo las cancelas que ciegan balcones que se van rasgando a requiebro de saeta y a siseo de oración; cómo le gusta oír cuando le dicen guapa, cómo se estremece cuando el hombre la agasaja con la única lluvia que debería mojarla; cómo podría seguir siendo cielo si el capataz no le enseñara la brisa que crea Su palio, la que se hace y se deleita llenando callejones y acariciando viejas paredes que rejuvenecen con el aura de una bambalina bien mecida.

Ayer el cielo no pudo aguantar tanta belleza y en un descuido perdió una lágrima que cayó a la tierra.

Y me cerró el camino que lleva a la gloria cuando ya paladeaba sus dejillos, me penó con el castigo de un San Lorenzo vació, me quitó el poquito paso del Arroyo de Santa María que es el culmen, el último descaro que se convierte en arte antes de que el cansancio me sentencie a un rechinar de dientes y a un arañazo en la trabajadera, cuando un costalero se hace costalero. Me negó entrar en la gloria cuando la estaba acariciando con mis hermanos.

Hoy el cielo está triste, hoy el cielo la añora.

viernes, 19 de marzo de 2010

Categorización del costalero


El de “toa” la vida: costalero añejo. Se distingue, sobremanera, de los demás por la cantidad de años que lleva en esto. Suele vestir pantalón vaquero, zapatillas reglamentarias (desde que sale de su casa) y camiseta de manga corta, o algún jersey de manga larga en días de frío. Ajeno a las modas foráneas y a tecnicismos de la baja Andalucía, guarda en su talega la faja (que suele ser blanca o negra, nada de innovadores utensilios riñoneros, más bien corta y compuesta por una fina tela que amenaza con reventar en el próximo ensayo) y el costal impoluto: impoluto no por limpio y pulcro, sino porque es el mismo que se hizo el primer día de ensayo y ya se sabe que este tipo de costalero es reticente a elaborarse dicha prenda a cada nueva jornada de trabajo.

El del chándal: ante todo prima su comodidad. Nunca vestirá el pantalón vaquero y cabe decir que la prenda deportiva en su parte superior suele ser de cremallera, para facilitar en cualquier instante igualás espontáneas. Es simpático aquel que siente una olímpica predilección por el primero que se colocó (pondremos el modelo de José María Murciano, fastuoso joyero de la calle Nueva), y que ya pasen los años y aumenten los kilos sigue vistiendo la misma prenda, porque sin ella no es costalero e incluso, a veces, piensa que puede perder parte de su esencia como persona humana.

El de la camiseta de tirantes: haga frío, haga calor, no abandona la corta prenda que le da significado. Es curioso que no haya una correspondencia clara y lógica con personas de buen talle, músculos definidos y tabletas a lo Cristiano Ronaldo; todo lo contrario, son personas que no escatiman en el buen yantar de embutidos variados y son fieles a las buenas brasas y la fría cerveza, guardando bajo su línea una abundante capa de grasa, causante esta de que este personaje no pase frío en los días de frío.

El de los calcetines bonitos: bonitos porque serían así vistos en el tobillo de una mujer. Este hombre tiene la perturbación de remangarse en cada ensayo los pantalones, ya sean vaqueros (preferiblemente) o de otra índole, dejando a la vista unos sobrios calcetines, para nada llamativos, de múltiples y variados colores, flores, florecillas, soles, rayitas y demás ornamentos. Algunos de estos, pensando en la imagen que de ellos pueden tener, rasuran sus extremidades inferiores; otros…. mejor ni mencionarlos.

El de la patilla: abundan en ciertas cuadrillas de costaleros. No se entenderá nunca el motivo de lucir este rasgo varonil de forma tan notable. Hay estudios que demuestran que el tamaño de esta es directamente proporcional al tamaño de la jeta del que se la deja.

El patriota: para que quede claro que esto de ser costalero es propio y exclusivo de la España cañí, hay ciertos personajes que aderezan su figura con todo tipo de exornos patrióticos, ya sean cinturones, relojes, pulseritas, calcetines e incluso costales. ¡Viva España y los costaleros españoles! El republicano, si existe en este mundo, no es propenso a lucir aún el morado, color éste que se deja en exclusividad a los costaleros de la Virgen de los Dolores de Jesús. Se oyen voces de protesta por la falta de regionalismo en nuestros costaleros, que dejan el blanco y el verde para otros menesteres.

El escaqueao: se subdivide en dos: el callado (por lo que debe callar) y el que no para de hablar (por lo que debe esconder). Son costaleros que nunca han sabido lo que es una cuna y que olvidan despojarse antes de cada ensayo de colgantes y medallas varias.

El mercenario (también apodado el caritativo): costaleros de un paso, cofrade de su cofradía, hermano de su hermandad, por la que llora, se vuelve loco y pierde el “sentio”, pero no huye ante la llamada de ayuda de amigos, enemigos, en fin, todos conocidos, para hacerse un hueco en otras cuadrillas ajenas a la propia. El ejemplo más claro y conocido es el de mi estimado amigo Alfonso Herrera Jódar, el Sito.

El narcisista: se pasa toda la semana mirándose de perfil en todo espejo que encuentre a su paso, intentando vislumbrar las heridas de guerra del ensayo anterior.

No se podrá nunca encuadrar un costalero exclusivamente dentro de un solo tipo de los mencionados, pues todo hombre de costal participa en más de una de estos ítems.

Podríamos aumentar la cantidad de especimenes pero esta entrada se haría muy extensa, quedándonos con los descritos que al fin y al cabo son los más significativos de este microcosmos de nuestra Semana Santa.

Queden todos por saludados.