martes, 24 de enero de 2017

Carnavales de cambio


Se cierra un ciclo. Un ciclo grandioso donde el carnaval ubetense ha sido un referente en la forma de entender esta fiesta que actualmente tiene la provincia. No hemos exportado un carnaval con una idiosincrasia diferente al gaditanismo actual, sino que Úbeda fue pionera en la importación de este tipo de carnaval a la provincia. Más de veinticinco años hace que empezaron a escucharse sones de pasodobles y cuplés, que nacieron la comparsa y la chirigota, defenestrando a la murga. Se acaban esos años donde casi una decena de agrupaciones ubetenses se daban cita sobre las tablas del teatro Ideal en aquellas noches mágicas de finales interminables, aforos llenos y ambigú clandestino. Este año, con suerte, bastarán los dedos de una mano para contarlos. Lo grave viene cuando miro hacia atrás y en el horizonte no se atisba sombra ninguna. Es curioso que, ahora que existe una asociación exclusivamente dedicada al cuidado y desarrollo del carnaval en nuestra ciudad, no se desentierren labores que antaño realizaron, entre otros, el colegio Sebastián de Córdoba; o que surjan iniciativas desde las diferentes agrupaciones para llevar el carnaval cantado a los barrios o a los colegios. Es difícil que surjan conjuntos de niños como aquellos Huerfanitos que, llevados de la mano de Miguel Ángel Romero, encandiló a la ciudad hace veinte años y del cual nacieron la casi totalidad de agrupaciones que han pisado las tablas de nuestro entrañable teatro.

Han cambiado las tornas. Ahora es la calle la que manda, la que atrae. Estamos de enhorabuena, los carnavaleros, viendo como el número de personas disfrazadas en la cabalgata y durante la semana de carnaval aumenta cada año; aunque personalmente me entristece ver que nadie lo hace con un sentido distinto al del simple divertimento. En cierto sentido, se ha pisoteado la moralidad de esta fiesta tan revolucionaria con la inmoralidad endémica de esta sociedad actual. Pocos cogen un lápiz para crear denuncia, pocos exprimen la mente para mover conciencias. Incluso en Cádiz, océano donde se refleja casi todo, se ha hecho del pasodoble un modo de canción anodina e innocua.


En una sociedad tan laxa y falta de valores quizá lo único que sobre sea el propio carnaval. Espero que nunca surja la necesidad de volver a rescatarlo.

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