martes, 8 de julio de 2025

La pesâh




 Háganse la imagen que les plazca en sus cabezas tras las palabras que a continuación voy a decir con toda la seriedad que me sea posible: ya está aquí, ya se nos va viniendo julio.

Aunque algunos generosos conciudadanos ya bombardean nuestros habitáculos conectados a la red, con esas simpáticas fotografías de cervezas, espetitos, nalgas, pies, uñas pintadas y nuevos modelos de bikinis y bañadores, todas ellas con el fondo común azulado de nuestro querido y lejano mar Mediterráneo o el más remoto aún océano Atlántico; aún nos viene lo peor y todo llega con julio. Ya de agosto ni les hablo.

¿Usted es uno de los agraciados que próximamente hará las maletas? O por el contrario, ¿es usted uno de los muchos que nos vamos a quedar en el terruño mojándonos el mondongo con el abrasivo cloro de alguna piscina municipal? Sea como fuere, tengo que felicitarle, porque con julio, aunque ya en junio se deja entrever, llega a nuestras vidas el fastuoso animal que iguala las vacaciones de ricos y pobres, las de mar y las de montaña, las de mesa y mantel y las de barbacoa piscinera. Con julio llega a nuestras vidas la mosca.

Si algo tiene de bonito el verano, desde luego es ese diminuto animal que desde bien temprano acompaña nuestras vidas: cual ángel de la conciencia nos martillea el oído con sus zumbidos, sobrevuela nuestras cabezas para aliviarnos la calor, absorben con sus trompetillas esa ligera capa de sudor que nos aparece en el cogote. Y ahí está ese precioso animalote, en las comidas suntuosas de chiringuitos o en el bocadillo de chopped de los chiquillos en la piscina. Un animal que como el reggaetón vino para quedarse, aunque ambos nos hagan mucho más difícil la existencia. En fin, disfruten y no olviden sonreírle al verano, ni a nuestras queridas moscas, ese regalo de Dios que nos iguala en calamidades a todos los seres de este planeta cuando llega esta maravillosa y tan selectiva estación.