martes, 19 de agosto de 2008

Mi primer pasodoble


Ahora que no tengo ni tiempo para mí, es decir, que no se visten mis segundos y minutos de reflexión y literatura, voy a ir barriendo la arena que aquellos pasodobles de mi historia van acumulando sobre su tez, para que recuerden la luz de aquellos carnavales que fueron su batalla. Comienzo con el primer pasodoble que salió de mi Bic, en aquel taciturno cuarto de Granada, testigo de tantas palabras y tantos desvelos, cuando tan seguro estaba de hacerlo correctamente y tanto miedo me daba naufragar en una cultura que no sentía (¡parece mentira que ahora me da miedo que llegue el día en que no pueda alimentarme de las noches de jueves al arrullo de esos pasodobles que aún no son y que ya viven!). Siempre quedarán las animosas palabras de mi buen amigo Viedma: "es el mejor pasodoble que he cantado hasta ahora, aunque es una pena porque Úbeda no lo va a apreciar como se merece"; aún me lo sigue diciendo aunque ahora ya no es su favorito puesto que con los años todo el vino gana en paladar. El primer pasodoble de mi primera comparsa "Los elegidos".

En realidad
el hombre de la tierra no ha visto el cielo.
En realidad
ha dibujado el cielo en la tierra,
transfigurando la rosa en bestia,
sembrando de espino
un camino divino:
ha inventado una guerra santa
santificando vidas humanas,
ha matado a un hijo
por negarse a donar su sangre;
sigue dándose golpes
sobre un muro lleno
de lamentaciones;
sigue persiguiendo a un buda
y un nirvana que no existe
mientras que hombres por hambruna
a morir, ¡por Dios!, resisten.
Creemos
en unas vacas sagradas,
seguimos
el rito de cierta cena
que a saber si Jesucristo
la comiera,
seguimos creando imperios con varios nombres,
imaginando en el cielo cortes
de las que solo somos bufones.
No vemos que en la tierra hay un imperio,
no es el de Bush, que no es el dinero;
no es el infierno:
es el que he elegido,
ya habrá tiempo de ser dioses,
que solo quiero sentirme querido.
Reza con lo que digo:
sólo quiero ser yo frente a tí,
ser tu dios y que tú seas el mío.

Aquí dejo la música del pasodoble de aquel año con otra letra distinta: un pasodoble a Camarón, al arte. Se oye un poco lánguido, demasiado lento: ha sido cosa de goear.


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