miércoles, 11 de octubre de 2017

Banderas de pegatina


Mi vecino tiene una bandera. Lo sé porque desde el día 1 de octubre la ha colgado en la balaustrada de su fachada. Seguramente la compró en algún comercio oriental de esos que campean por su país para celebrar los éxitos de aquella gloriosa selección de fútbol que hizo movilizarse a una nación entera al principio de esta década. Ignoro las nociones de historia que mi vecino posee en su intelecto, ni lo libros que ocupan las estanterías de su casa, no sé si sabrá quiénes fueron los Reyes Católicos ni el movimiento de piezas que hubo desde entonces hasta que el puzzle de lo que hoy conocemos como España se formó. Puede ser que mi vecino, si le dijeran que España debe conquistar la Europa que fue castellana en el siglo XVI, se lo creyera de tal manera que no cejara en el intento de colgar una bandera de igual color en las ventanas de mi hogar. Puede ser que mi vecino esta mañana se haya dirigido a su trabajo más contento de lo habitual, escuchando la crónica de la multitudinaria expresión de españolismo que ayer acaeció en la calles de la ciudad Condal y vuelva a comer a su casa con la certeza de que España está más unida que nunca y que el intento de independencia del Govern ha sido un sueño de unos pocos y la pesadilla de muchos. Mi vecino hoy está más tranquilo porque se ha atacado a TV3, la televisión autonómica catalana; porque intuye que el gobierno de la nación meterá el hocico en la educación catalana y que las aguas, casi con total seguridad, volverán a su cauce. Y esta tarde, con una declaración unilateral de independencia o sin ella, cogerá el libro de sociales de su hijo y estudiarán juntos a Manuel José García Caparrós y las manifestaciones de aquel 4 de diciembre de 1977 en Andalucía, su región; mientras en el televisor sigue la actualidad en la cadena autonómica andaluza. Mi vecino observará la calle a través de su bandera, orgulloso de ella, ajeno a todo lo que acontece en los libros de su hijo y en la televisión de su casa. Mi vecino habrá envejecido cuando su hijo cambie el rojo y el gualda por el verde y blanco de la bandera que ondea en el libro de sociales en el que estudian esta tarde. Cuestión de tiempo.

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