jueves, 8 de mayo de 2025

La farola


Sería muy complicado escribir una novela cuya trama se desarrollara en el escenario de la noche ubetense. Bueno, aclaremos, una novela silenciosa, sombría, sigilosa; una novela de intriga o policíaca, con un comisario envuelto en pistas que lleven hacia la guarida de algún misántropo delincuente que actúe en el anonimato de la noche; o una novela de amores imposibles a la luz del sol, amores que solamente pueden hacerse pasión en la clandestinidad de las tinieblas. No existirían crímenes como los de Plenilunio, ni tejados que sirvieran de escape como los de Beatus Ille, ni balcones ni murallas que nos escondieran mientras observásemos las luces de los automóviles que vuelven a la ciudad desde el valle del Guadalquivir, como ocurre en El jinete polaco.

La noche ubetense ha cambiado radicalmente en los últimos años. Ahora, pasear por su tiempo, se hace extraño, y a veces, a mí me paso en mi último paseo anochecido, uno olvida que lo hace en la noche si no fuera por la quietud que aún nos recuerda que vivimos en un pueblo, o por la oscuridad mantenida en el cielo que nos protege. El cambio de iluminación acaecido en los últimos tiempos, con esas farolas de bombillas LED, tan muertas, con esa luz tan fría; en cierto sentido, nos ha hecho perder esa identidad que antaño marcaba nuestro ser ubetense. Somos patrimonio para el mundo y hemos perdido el mundo que era nuestro patrimonio. Ahora uno camina en la noche y tiene que ir con los ojos contraídos para ver a Úbeda; antaño era al contrario, abrir los ojos era amable, y mucho, y en esa acción nos empapábamos de la belleza escondida en los callejones y plazas, a la tenue luz broncínea que nos regalaban las candelas de entonces; esas candelas que acunaban nuestro sueños en las noches de verano cuando dormir con las ventanas abiertas era un hábito de nuestra libertad.

Aún existe una farola en la que quedarse suspendido en aquellos tiempos, espero que estas palabras sirvan para dejarla anclada a la noche de los tiempos venideros. Existe en la Casa de la Tercia, en su patio, a la sombra del torreón de las Arcas, junto al arco de la calle Ventanas; incluso hay un banco invisible a la claridad de la noche, donde quedarse escribiendo novelas en aquella Úbeda tan bella de la noche de otros tiempos.

jueves, 10 de abril de 2025

Decisiones y consecuencias


Nuestras cofradías, nuestras hermandades, son entes vivos, parte integrante de la sociedad ubetense y con un papel muy importante en el tejido humano y social de la ciudad. Aunadas bajo el tejado de la Unión Local de Cofradías, realizan sus funciones como si tuvieran vida propia, pero todos sabemos que detrás siempre se encuentra un grupo humano, sus juntas de gobierno, que bien o mal toman decisiones y ponen a sus hermanos algunas veces en tesituras comprometidas, llegando a empañar incluso a la historia y el decoro de la propia hermandad. Y lo peor es cuando actúan de manera escondida y taimada, buscando su propio beneficio, olvidando los valores puramente cristianos que deben regir sus actividades y decisiones; conociendo que algo se ha atacado cuando la persona o ente perjudicado actúa en consecuencia y las consecuencias, valga la redundancia, se hacen visibles y palpables. Luego si se anulan contratos, la culpa es del que no firma; si faltan costaleros no es por la falta de idoneidad del capataz; o si la hermandad pierde algún elemento que consideraba de su patrimonio es solamente culpa de aquel que en su potestad y tras el agravio decide que su obra deje de mostrarse en casa del que le ha dado con el látigo.

En este caso ha sido la música, una música que no se va a interpretar donde se interpretaba siempre y a la que continuamente se le está poniendo trabas mediante amenazas para que no se escuche en otros momentos y lugares de esta Semana Santa nuestra que en tres días resucitará de entre las lluvias. Se ha demonizado al creador y nadie, pocos, se han preguntado por el hecho subyacente que motivaron las consecuencias. Y todavía se le sigue dando golpes al bombo: en redes sociales, en la barra del bar e, incluso, en los atriles que sirven para sostener pregones. Quizá todo esto termine cuando se conozcan verdaderamente los entresijos de esta historia que ya empieza a cansar, la historia de Penas e Injusta Condena. Hay dos dichos que juegan sus cartas en el juego: el que dice “al que quiera saber, mentiras con él”; o ese de “por saber, nada se pierde”. Cada uno que escuche lo que le convenga.

Un sabio ha dicho que aquí solamente estamos de paso, y no hay mayor sentencia que esa. Aquí solamente se hacen eternos los que saben, los que quieren y los que pueden, el orden, pónganlo ustedes; y el resto, categóricamente, estamos aquí para admirarlos.