La muerte no existe. Para hacerlo necesita de un tiempo, de un
lapso, de una unidad de medida que demuestre su existencia. Existe la vida y la
nada, que está detrás de este continuo mirar por la supervivencia, que se llena
de creencias esotéricas, de reencuentros y eternidades, o del vacío del que
piensa que esa nada es como su nombre indica, nada. Los cristianos la llenamos
con la promesa de la vida eterna, con la esperanza en la resurrección; con todo
aquello que Jesús auguró que vendría con Él. Pero la muerte no existe, lo
reitero, porque con ella no tendría sentido la vida. La muerte es un invento humano para
poder defender conceptos tales como nostalgia, pena, tristeza y dolor. La
muerte se queda entre los vivos, en la habitación del duelo, en el rostro
macilento de la primera noche de ausencia, en el aliento hediondo de las
conversaciones de funeral; cerramos los ojos y vemos la muerte en el ataúd
engullido por la tierra, por la cal blanca del frío nicho. La muerte es el
nombre que le ponemos a la eterna despedida, al silencio infinito, al recuerdo
imborrable. La muerte es la irreverencia de la vida dejando un adiós sin
respuesta. La muerte, esa que no existe, nos engaña cada primero de noviembre,
volviendo a desandar el camino de cipreses, cruzando las puertas del cementerio
de San Ginés; la muerte, esa que no existe, nos arrodilla ante el mármol y nos
hace sentir su frialdad; y de frío vestimos a la muerte, la que no existe; y
limpiamos el rostro de la muerte, la que no se encuentra; y lloramos el
recuerdo que nos instauró la muerte, la que no se halla. Noviembre nos regresa
a la muerte, esa que no está. En noviembre, podemos, tras tanto dialogar con la
muerte, la que sólo es idea, aseverar que lo único que se hace es la vida, en
esta vida o en la otra.
jueves, 30 de octubre de 2025
La muerte de noviembre
martes, 8 de julio de 2025
La pesâh
Háganse la imagen que les plazca en sus cabezas tras las palabras que a continuación voy a decir con toda la seriedad que me sea posible: ya está aquí, ya se nos va viniendo julio.
Aunque algunos generosos conciudadanos ya bombardean nuestros
habitáculos conectados a la red, con esas simpáticas fotografías de cervezas,
espetitos, nalgas, pies, uñas pintadas y nuevos modelos de bikinis y bañadores,
todas ellas con el fondo común azulado de nuestro querido y lejano mar
Mediterráneo o el más remoto aún océano Atlántico; aún nos viene lo peor y todo
llega con julio. Ya de agosto ni les hablo.
¿Usted es uno de los agraciados que próximamente hará las
maletas? O por el contrario, ¿es usted uno de los muchos que nos vamos a quedar
en el terruño mojándonos el mondongo con el abrasivo cloro de alguna piscina
municipal? Sea como fuere, tengo que felicitarle, porque con julio, aunque ya
en junio se deja entrever, llega a nuestras vidas el fastuoso animal que iguala
las vacaciones de ricos y pobres, las de mar y las de montaña, las de mesa y
mantel y las de barbacoa piscinera. Con julio llega a nuestras vidas la mosca.
jueves, 8 de mayo de 2025
La farola
La noche ubetense ha cambiado
radicalmente en los últimos años. Ahora, pasear por su tiempo, se hace extraño,
y a veces, a mí me paso en mi último paseo anochecido, uno olvida que lo hace
en la noche si no fuera por la quietud que aún nos recuerda que vivimos en un pueblo,
o por la oscuridad mantenida en el cielo que nos protege. El cambio de
iluminación acaecido en los últimos tiempos, con esas farolas de bombillas LED,
tan muertas, con esa luz tan fría; en cierto sentido, nos ha hecho perder esa
identidad que antaño marcaba nuestro ser ubetense. Somos patrimonio para el
mundo y hemos perdido el mundo que era nuestro patrimonio. Ahora uno camina en
la noche y tiene que ir con los ojos contraídos para ver a Úbeda; antaño era al
contrario, abrir los ojos era amable, y mucho, y en esa acción nos empapábamos
de la belleza escondida en los callejones y plazas, a la tenue luz broncínea
que nos regalaban las candelas de entonces; esas candelas que acunaban nuestro
sueños en las noches de verano cuando dormir con las ventanas abiertas era un
hábito de nuestra libertad.
Aún existe una farola en la que
quedarse suspendido en aquellos tiempos, espero que estas palabras sirvan para
dejarla anclada a la noche de los tiempos venideros. Existe en la Casa de la
Tercia, en su patio, a la sombra del torreón de las Arcas, junto al arco de la
calle Ventanas; incluso hay un banco invisible a la claridad de la noche, donde
quedarse escribiendo novelas en aquella Úbeda tan bella de la noche de otros tiempos.
jueves, 10 de abril de 2025
Decisiones y consecuencias
Nuestras cofradías, nuestras hermandades, son entes vivos, parte integrante de la sociedad ubetense y con un papel muy importante en el tejido humano y social de la ciudad. Aunadas bajo el tejado de la Unión Local de Cofradías, realizan sus funciones como si tuvieran vida propia, pero todos sabemos que detrás siempre se encuentra un grupo humano, sus juntas de gobierno, que bien o mal toman decisiones y ponen a sus hermanos algunas veces en tesituras comprometidas, llegando a empañar incluso a la historia y el decoro de la propia hermandad. Y lo peor es cuando actúan de manera escondida y taimada, buscando su propio beneficio, olvidando los valores puramente cristianos que deben regir sus actividades y decisiones; conociendo que algo se ha atacado cuando la persona o ente perjudicado actúa en consecuencia y las consecuencias, valga la redundancia, se hacen visibles y palpables. Luego si se anulan contratos, la culpa es del que no firma; si faltan costaleros no es por la falta de idoneidad del capataz; o si la hermandad pierde algún elemento que consideraba de su patrimonio es solamente culpa de aquel que en su potestad y tras el agravio decide que su obra deje de mostrarse en casa del que le ha dado con el látigo.
En este caso ha sido la música, una música que no se va a
interpretar donde se interpretaba siempre y a la que continuamente se le está
poniendo trabas mediante amenazas para que no se escuche en otros momentos y lugares
de esta Semana Santa nuestra que en tres días resucitará de entre las lluvias.
Se ha demonizado al creador y nadie, pocos, se han preguntado por el hecho subyacente
que motivaron las consecuencias. Y todavía se le sigue dando golpes al bombo:
en redes sociales, en la barra del bar e, incluso, en los atriles que sirven
para sostener pregones. Quizá todo esto termine cuando se conozcan
verdaderamente los entresijos de esta historia que ya empieza a cansar, la
historia de Penas e Injusta Condena. Hay dos dichos que juegan sus cartas en el
juego: el que dice “al que quiera saber, mentiras con él”; o ese de “por saber,
nada se pierde”. Cada uno que escuche lo que le convenga.
Un sabio ha dicho que aquí solamente estamos de paso, y no
hay mayor sentencia que esa. Aquí solamente se hacen eternos los que saben, los
que quieren y los que pueden, el orden, pónganlo ustedes; y el resto, categóricamente,
estamos aquí para admirarlos.