martes, 26 de enero de 2010

Vuelta atrás


Dar la vuelta atrás, volver al sendero en el que un día tus pasos dejaron de caminar, conlleva aprehender las estaciones perdidas, con sus ya invisibles colores y el olor difuso de las flores que rompieron y murieron lejos del conocimiento. Volver atrás soporta la pena de recuperar lo vivido con la nostalgia inscrita en los momentos que se perdieron.

Así torno al pasado, desandando la lejanía con aquellas, con estas viejas zapatillas negras que sucumbieron al cansancio de seis reposadas madrugadas, con la certeza de no conservar ninguna herida que me eche en cara el encanto de tibias lunas, y el anhelo de poder estar donde no estuve. Ahora vuelvo a aquellas tardes de sábado que tanto me recordaban a los días de partido, al café de la tarde al arrullo de la candela de un inquieto cigarro, al petate bajo el brazo y la glotonería de revirás pausadas y chicotás de embrujo.

Con más años, con el reverdecer de las primeras nieves en mi pelo, pero con aquella misma ilusión que cuando tenía los ojos cerrados y el corazón abierto, me dirijo a la vera de Aquel que estremeció mis cimientos cuando su figura hidrató mis humores, pero sin la venda en mis ojos y el corazón un poquito más grande. Vuelvo para oír su voz en los quejíos de la madera, a que me devuelva la gnosis perdida en los bares del arrepentimiento, que me devuelva mi vida: lo que me hizo, lo que fui, lo que soy, lo que seré y lo que nunca he dejado de desear ser. Con más años, pero con las mismas ganas de ser junto a los que siempre hice míos.

He dado el paso que ha cambiado de dirección. Vuelvo hacia atrás. Vuelvo al principio.

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