Entre todas las situaciones en
las que nos encontramos, prefiero las íntimas. Prefiero las del silencio y la
tenue sombra titubeante a la luz de alguna vela piadosa y los recuerdos
escondidos, entre las frías piedras, del último grano de incienso consumido. Y
no quiero pensar que soy el único gato callejero que cambia el azul de tus
calles de primavera, por el sobrio artesonado de la casa de Dios.
Así encontraremos nuestros
templos ubetenses este fin de semana: preñados de la Semana Santa que no se ve:
la del rezo, la plegaria, el asombro y el espanto. Tras la huella de Cristo se
van a abrir los templos ubetenses para que no salga nada ni nadie de ellos;
para que todo quede en las manos de Dios y en los pies de Cristo.
Otra más de las innumerables iniciativas
que en el seno de nuestras cofradías de Semana Santa, aunadas y dirigidas por
la Unión de Cofradías, nacen, crecen y se reproducen para mayor gloria de la
sociedad ubetense, el patrimonio material e inmaterial de la ciudad, el tiempo
y el ocio de los turistas que nos visitan y, así de soslayo, a los equipos de
gobierno que han dirigido, rigen y administrarán los designios de Úbeda,
Patrimonio de la Humanidad.
Cordiales y respetuosas la
relaciones entre el Consistorio y el ente representativo de todas las
Hermandades ubetenses. Unos piensan y trabajan; el primero colabora. Así todo
es más fácil.
Va siendo hora de cambiar de
funciones. Úbeda necesita ampliar su patrimonio. Su Semana Santa merece ya su
espacio, su agasajo, su monumento. Otros, por mucho menos, tienen incluso la
medalla de oro de la ciudad. Oro, muy apropiado, para nuestra Fiesta Mayor.
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