
Frente a una pequeña fotografía de Nuestra Señora de Gracia, para tenerla presente en mi vista puesto que en el corazón ya la tenía incrustada, y dando los pequeños paseos por el pequeño retablo de mi cocina, donde suelo escribir muchas cosas como un cocinero prepara sus mejores platos; en la noche del sábado de Ramos me dispuse a orar y plasmar sobre un papel lo que normalmente suelo pensar y sentir un Lunes Santo frente a Ella y así salió esta oración. Me comentó, mi buen amigo Tiago, la posibilidad de que saliera de mi humilde corazón la oración que los costaleros podrían regalar a Nuestra Madre instantes antes de nuestra salida "costaleril", y eso fue lo que hice. Por "inclemencias del tiempo" no se pudo tener preparada para el pensado momento pero mi sorpresa fue mayúscula cuando en la última junta me dieron esta "estampita" con lo que aquella noche oré. Oré y oraron todos los que aquella noche de Lunes salimos bajo el amparo de Su Gracia. Muchas gracias a mi hermandad por el gran regalo que supone para mí, y espero que la próxima vez que salgamos con Ella oremos lo que con tanta devoción salió de mi costal....
ORACIÓN DEL COSTALERO DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA
Santa María, Madre de Gracia, Reina absoluta de mi devoción, unge el costal que se une a mi pecho con el fiel perfume de tu eterno Amor para así, con Caridad, ser hermano de mi hermano y que nuestros distintos latidos formen esta noche un solo corazón. Mirate en los ojos del que ante ti postrado siente que su faja es tu eterno abrazo; alimenta nuestra Fe guiando nuestros pasos y alivia nuestra sed con la Esperanza de encontrar descanso bajo el infinito cielo de tu Amparo. Perpetúa esta oración de tu costalero amado, que soy legado de otros hombres y seré de otros hombres su pasado. Seas por siempre la Fe, la Caridad y la Esperanza de este costalero que se arrodilla ante Tu Gracia.
Amén.
Amén.
Se encendió una vela, luego otra y así hasta iluminarse la fría oscuridad con la perpetua belleza de la diosa del Lunes Santo. Fue retroceder y de nuevo vi que su rostro tenía el júbilo inaudito, el que nos regala cuando se sabe callejera, cuando abandona la soledad y el silencioso ruido de un templo melancólico y frío. La tranquilidad del templo también reinaba fuera, solamente amenazada por el eco de unos tambores que bajaban por la calle Real y el reflejo de la madera de una cruz que ya asomaba por la calle Juan Pasquau. Los tres golpes de un tarugo sobre el suelo me marcaban la distancia que separaba mi corazón del momento que aún no era realidad en mi vida y, acariciando con mis manos el frío oro de un bastón de mando, me sumergí en la oración que decenas de nazarenos me mostraban. Susurré un amén por cada destello de luz escondido en los ojos contenidos tras el capuz. Y de repente, ahí estaba Él. No sabré nunca hacia donde viajó mi consciencia pero volvió y el capataz ya mandaba un “derecha adelante, izquierda atrás” que encaraba Su mirada portadora de esa lágrima hacia la luz que la Gracia siempre está regalando con Su mirada… y la casa de Pilato rozó la casa de Dios porque así lo quiso el hombre; porque el hombre quiso endiosarse llamándose Costalero. ¿Qué mayor hermosura quiso el hombre encontrar que ver cómo se dictaba Sentencia en la Gracia reflejada? ¿Qué mayor divinidad quiso Úbeda soñar y la encontró en una madrugada de cualquier tiempo ya pasado, en un recóndito rincón de su imperecedera memoria? Allí, ante la puerta de San Pedro, nos regalo la eternidad un pedacito de su cielo. ¡Al cielo! Y allí se fueron nuestras miradas y bajó del cielo la Suya, la de Ella, para hacerse madera viva viendo como Su hijo se marchaba porque ya era tarde y la noche se adueñaba del hombre, volviéndose cansancio. Y se cerraron las puertas de nuevo y limpié los recuerdos y las emociones que de mis ojos brotaron con la oscuridad que se hacía con la aparición del humo de unos cirios. Y se cerraron las puertas de nuevo cuando pisé el lugar que ya es historia del ubetense, que ya es bella historia de Úbeda porque la juventud así los quiso; porque la Gracia y la Sentencia así lo quisieron; porque la juventud de la Gracia y la Sentencia ya son historia de una Úbeda que se engalana cuando se abren o se cierran las puertas gracias a estas dos hermandades. Así lo quiso el hombre y se sirvió de Dios para crear tanta belleza.



es la eterna batalla de un querer y no puedo, es la respiración ahogada de primavera e incienso, es la sangre paseando del corazón hasta el cuello, entre el amor a un hermano y el amor a un madero; es la cúspide terrena que lo eleva hasta el cielo; es cerveza, es cigarro, es un abrazo sincero; es la eterna primavera de un palo callado y muerto; es asfalto, adoquines, “revirás” y “vamos al cielo”; es zapatilla, es un paso, es una caricia al suelo; es imán de las miradas que de vez en cuando bajan del cielo; es ensayo, es silencio, es sudor en verbo hecho; es la firmeza de un corriente y el suave arte de un patero; es la sangre imaginada, es imaginar el infierno cuando estás ganando al tiempo; es la madre, es el padre, el hermano en el que pienso; es la voz del capataz, su palabra que es mi aliento; es la lágrima en un ojo, es la gracia, prendimiento, los dolores de una madre, es el hombre de mi pueblo; es un rechinar de dientes, el dolor de mis deseos; es historia de las calles, callejuelas y pasajuelos; es la pausa, es el nervio, es la furia y es el miedo; es querer como Tú me quieres y quererte como te quiero; es el costal, la faja y el hombre que llevan dentro.
A todos mis hermanos de faja y costal, por quererlos como los quiero.
