viernes, 10 de abril de 2015

Prólogo de la revista Gracia Nuestra 2015


Nos están matando. Y no podemos dejar de clamar que es así. Por ser esclavos de nuestra Fe, de nuestro Amor, de nuestra Esperanza y de nuestro Credo; por llamarnos cristianos, que así son los seguidores de Cristo y de su Palabra; por practicar la Caridad con nuestros semejantes y Compartir cada pedazo nuestro, con el suyo y el vuestro. Nos están matando. Pero no sólo muere la carne, no sólo nos matan el cuerpo, sino que con esta descabellada guerra a la que nos invitan sin remedio, nos van matando aquello que realmente nos adjetiva como humanos: la libertad de expresión. Introducen el miedo en nuestra casa, a través de las múltiples ventanas que el mundo civilizado ha abierto en nuestras fachadas; nos intimidan con lo que puede ser si, con lo que puede ser si no; y por ello, por el miedo y por creer que nunca nos llegará la hora, yacemos en nuestros aposentos asistiendo deshonrosamente al genocidio de nuestra tribu, y con ella, de nuestras libertades.

El verdadero ser libre es aquel que, creyendo serlo, hace uso de su libertad para salvaguardarla y amplificarla. Y de eso adolece el sentir cristiano en la actualidad. Somos libres en la oración, en el ayuno, en nuestras obras, en nuestra reflexión, en nuestra familia, en nuestro templo; pero nos quedamos ahí, sin gritar a los cuatro vientos que oramos, ayunamos, obramos, reflexionamos, amamos y somos, porque somos libres; no gritamos nuestra libertad, con gritos entusiastas y felices, sino que nos vestimos del silencio propio de la persona zalamera y agradable que sólo reza y sólo ama. Y el silencio es la piedra de Abraham donde dejamos caer nuestra Fe para que sea sacrificada, no ya por Dios, sino por el hombre no cristiano.

Has abierto estas páginas, estás leyendo este prólogo, y con este simple gesto has roto tu silencio. En ellas encontrarás las voces de cristianos comprometidos, aquellos que con la buena intención de contar y narrar sus dudas y sus vivencias predican su Fe, antes y después de haberla sentido y profesado; encontrarás las crónicas de todos los acontecimientos de la Hermandad a la que perteneces, esta Hermandad sonora y expresiva, llena de la Palabra de Dios, que no cesa en el empeño de evangelizar con sus actos y con sus hombres y mujeres. Encontrarás imágenes porque la imagen es el lenguaje del pasado, del presente y del futuro; y nadie ni nada puede cegarnos los ojos y amputarnos las manos. Encontrarás la palabra. La palabra; la palabra portadora de Dios, descriptiva de Dios, y el arma (si se le puede llamar así) con la que el cristiano debe combatir en los múltiples frentes que la sociedad actual le ha ido abriendo últimamente. Has roto el silencio de la vagancia y el pasotismo, estás siendo leal a tus convicciones o, si no estás convencido, curioseas entre unas páginas simples y cándidas que nunca harán daño y que tanto bien pueden aportar a tu entendimiento. Este papel es el grito paciente de una religión sencilla y amable, que ama y protege, que reza y proclama la libertad del ser humano, sea cual sea su religión y su raza.


Y hoy, nos están matando. No ya en Oriente Medio donde la incultura, el fanatismo y la barbarie está acabando con toda aquella idea que difiera en lo más mínimo de los pérfidos postulados que la religión que han creado les indica; sino entre nosotros mismos. Nos está matando la desidia, la apatía, la indolencia y el abandono; nos estamos matando nosotros mismos si nos dejamos llevar por la comodidad de una religión a medida, de un autocredo y la lasitud de nuestros fondos y nuestras formas. Nos mata el cofrade que se preocupa nada mas que de llevar al corriente sus cuotas y vestir el hábito penitencial el Lunes Santo; nos mata el potencial humano que nuestra cofradía tiene y que queda en paños menores a lo largo de todo el año; nos mata la palabra que has soñado, has sentido, has vivido y que has dejado escapar entre los vientos de tu imaginación, sin antes postrarla en la virginidad de una de estas páginas: página destinada a ti. Pero estás leyendo y eso es un grito de esperanza, un respiro, una lágrima de emoción. Aún seguimos existiendo, hablando y discutiendo, y todo ello en torno a Dios, en torno a Ella, a nuestra Madre de Gracia. Aún seguimos vivos, aunque se empeñen en matarnos y nos sigamos arriesgando a callar.

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