jueves, 10 de abril de 2008

EL ESPÍRITU DE UBEDA: BARRIO



Myron, el duendecillo travieso y versado en esta tierra, me ha llegado hoy con una sonrisa más cercana de lo normal: siempre que me ha sonreído lo ha hecho mirando hacia otro tiempo, hacia otro lugar donde yo no habitaba, pero hoy me ha mirado y en su curioso lenguaje, donde las palabras están ausentes, me ha dicho: “Úbeda es barrio”. Así, tal cual, ha escrito en mi mente una historia tejida con calles, familias, vecinos, juegos, dimes y diretes, niños, viejos, amaneceres, noches, tardes tempranas y tardías tardes, voces en los balcones, flores en las macetas y una amalgama de significados que mi alma ya no podía reconocer.

Me ha transportado al eterno amanecer sobre la Puerta del Sol. Ese barrio que lleva sobre sus tejados el peso de darle a Úbeda un nuevo día, cada día, y que es la infancia que se ha transformado en recuerdo. Y al sobrevolar el pasado he visto a Úbeda haciéndose en cada uno de sus barrios. La he visto hacerse valiente a cada paso de niño que, minuto a minuto, va alejándose del dintel de la puerta de esa casa que ha sido su vida y va escribiendo las primeras vocales de su historia. A base de churretes en la cara y roña en los tobillos, se va haciendo barrio, dibujando sobre el asfalto el lienzo de su juegos: dos rectángulos y un circulo serán un campo de fútbol, unos cuadrados enumerados son un largo pasillo a recorrer; un retazo de ladrillo bastará para construir una casa en la que vivir los primeros amores de la niñez, aquellos que se aprobaban tachando con una cruz el cuadrito del “si”. Así es como uno se hizo barrio para luego ser Úbeda, desoyendo la llamada que tu madre manda, desde ese balcón de rojos geranios, anunciando una cena a la que llegarás tarde porque esta noche te vas en busca de un tesoro escondido en otro barrio.

Vestido de pirata en un barco lleno de la inolvidable amistad de la infancia vas capturando enemigos en las fronteras de tu barrio, aunque en la batalla te lleves de regalo alguna cicatriz que te acompañará toda tu existencia, y el roce con el reo te hará darle libertad porque comprendes que es otro como tú, que es barrio pero con otro telón y con otra letra. Curioso, cedes y vas abriendo esa frontera haciéndote más libre y mayor; dándole sentido a las palabras de mi fiel amigo Myron: “Úbeda es barrio”.

Es barrio y siempre ha sido barrio porque fue San Isidoro, San Nicolás o San Millán donde se plantó esa semilla, donde el pueblo se consagraría en urbe en el futuro expandir de sus raíces.

Qué bien nos describió Antonio Muñoz Molina las identidades del barrio hablándonos de su curtido San Lorenzo o del bisoño barrio del Carmen; cómo he visto la evolución del barrio en las historias que mi padre me contaba sobre “el Vietnam”, pasando de ser reflejo de campos de trigo a mota de ladrillo viejo entre centros comerciales y casas adosadas. Allí se huele a barrio antiguo, al que viví, al del balón en la calle y la pupa en la rodilla, al de la puerta de vecinos llena de dimes y diretes y butacas en verano, al del grillo “porculero” y las ventanas de par en par; allí en ese barrio rodeado del estrés del consumismo y casas adosadas llenas de niños que ahogan su imaginación frente al televisor, borrándose las huellas dactilares con unos botones que borran la historia de mi barrio.

Myron llora cuando me ha hablado del barrio de la Playstation y de las tardes sin Barrio Sésamo, porque nota que Úbeda está tomando el color del barrio de ahora cuando un Viernes Santo de madrugada no hay absoluto silencio como cuando los barrios antiguos, y las ferias no son de turrón a cinco duros pero si de botellón a cinco euros, y no escuchan al Sevilla al calor de un Viejo pero se emocionan con violencia grabada en un maldito teléfono móvil. Myron me mira y llora porque escasean los niños en el verano de las calles, con tanta sobreprotección y tanta tele basura. Me mira y se consuela porque ha visto renacer en mí el espíritu de Úbeda.

“Barrio que fuiste mi infancia, barrios que fuisteis mi adolescencia y me fuisteis aventurando en el corazón de Úbeda, dejadme deciros que no hay mayor locura que irse por los barrios de Úbeda”

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